La jornada cinco del Torneo Clausura 2007 del futbol mexicano estuvo caracterizada por las emociones, las anotaciones y un arbitraje pésimo que hizo a los de negro los verdaderos protagonistas de la noche en una situación que se repite con alarmante frecuencia.
El Consejo de Dueños decidió hace algunos meses realizar algunos cambios en la dirigencia arbitral de nuestro país, sin embargo sólo llevaron a cabo la remoción de algunos elementos para traer a un grupo de personajes de muy buena reputación e intenciones pero de un desconocimiento total del medio futbolístico nacional, y para colmo, heredando personajes siniestros en la propia estructura de la comisión respectiva.
Los trabajos de Marco Antonio Rodríguez, Jorge Eduardo Gasso y José Abramo Lira son claros ejemplos de desconocimiento de la esencia arbitral, desconcentración, prepotencia e incapacidad, perjudicando no sólo a los equipos participantes sino atentando contra la credibilidad misma del deporte.
Marco Antonio Rodríguez es un hombre que no tiene la madurez necesaria para ser juez y lo ha demostrado a través de su carrera; su concepto de lo reglamentario lo lleva a extremos rayantes en la locura y hace que los partidos por él dirigidos den la permanente sensación en el jugador, los técnicos, la prensa y el público de estar sentados en un barril de pólvora. Marco simplemente no sabe arbitrar porque el juez deportivo es, fundamentalmente, un moderador de pasiones, y este elemento suele encenderlas.
Este árbitro jamás hace uso de elementos básicos como la prevención, el diálogo, el manejo adecuado y humano de situaciones conflictivas y la psicología para él es una ciencia desconocida; si a esto le aumentamos la indisciplina que suele estar presente en los terrenos de juego de nuestro país pues tenemos un caldo de cultivo para que más temprano que tarde ocurra una tragedia que tendrá como principal protagonista a este lunático.
La Comisión de Árbitros, con un tino espeluznante, lo mandó al Necaxa contra Cruz Azul luego de que los Hidrorrayos se quejaran por sentirse perjudicados en su anterior cotejo ante Pachuca; razón o no de por medio, les recetan al implacable ?Chiquidrácula? y éste los revienta con tres expulsiones que denotan su estrecho criterio lo que, obviamente, trajo un rosario de protestas.
José Abramo Lira ha sido rescatado por enésima vez de la indolencia, la falta de compromiso y una tendencia a la indisciplina, fruto, dicen sus allegados, de su gusto por la noche, la fiesta y el alcohol. La Comisión de Arbitraje lo programa sin sustento alguno, pues su aptitud física y su ?cancha? distan mucho de ser óptimas. Ahora con ese mismo tino de cuadripléjico los genios designadores mandaron al juez regiomontano al Tigres frente a Atlante y sus decisiones perjudicaron a los Potros de Hierro. ¡No hagan cosas buenas que parezcan malas!
Al Querétaro parecen querer empinarlo al abismo de la Primera A pues después del vergonzoso penal que le recetaron el domingo pasado en Torreón, ahora Gasso le anula un gol que parecía legítimo justo al final del juego ante Pachuca que sellaba una victoria de oro molido.
En fin, la incapacidad de estos jueces, la inexperiencia de los nuevos dirigentes arbitrales y la poca ética del instructor hicieron una caótica jornada futbolística. La pregunta es: ¿hasta cuándo?
