Manuel Espino, el líder nacional del PAN, quiere ser presidente de México. Sin duda es una aspiración legítima y casi universal entre los políticos profesionales. El problema con Espino reside en el daño que puede causar al país por lo que está dispuesto a hacer para conseguir su propósito.
Hasta ahora han sido constantes los roces con el equipo de Calderón, por el afán de Espino para obtener mayores espacios de poder e influencia. Sus deslices verbales lo han convertido en chivo en cristalería. En ocasiones incluso, contra sus propios intereses. Apenas el jueves pasado, en una conferencia en Bogotá, afirmó sin el menor pudor que Fox habría sido el mayor promotor del juicio político en contra de López Obrador en 2005. Y no es que no lo supiéramos, pero se supone que los panistas aducían razones jurídicas (el asunto del Encino y el desacato a un juez) y no una persecución política. Para que no quedara duda sentenció: ?aprendimos que en una democracia no se puede pretender ganar al adversario metiéndolo a la cárcel?. Alguien podría decir que no se trata sino de un arranque de sinceridad; pero hacerlo justo en el momento en que el PRD hizo una denuncia penal en contra de Fox por esos motivos, equivale a torpedear su propio barco.
Dicho sea de paso, Espino podría creer que si alguien tan ?claridoso? y campechano para hablar como Fox llegó a Los Pinos, él tendría similares merecimientos. Y en efecto, a ambos los distingue la incontinencia verbal. Pero hay una diferencia abismal entre ellos: mientras que los ex abruptos de Fox son resultado de la frivolidad, el egoísmo y la ignorancia; los de Espino tienen que ver con la malicia, la belicosidad y la intolerancia ideológica. Fox causó daño por su irresponsabilidad; Espino lo hace por su perversidad.
Por lo pronto Espino ha intentado modificar el papel de la presidencia del partido en el poder, para hacer de ésta una especie de Vicepresidencia del país. Carece de funciones de Gobierno, pero se erige en un alter ego de la política; en una suerte de gran sacerdote que opina y sanciona sobre la manera en que deberían hacerse las cosas. No juega más que a su propio fortalecimiento. Calderón podrá ser el presidente del Poder Ejecutivo, pero él es el líder de la primera fuerza política y pretender ser el jefe de los gobernadores, diputados, senadores y presidentes municipales que llegan al poder por la vía del PAN. Incluso en asuntos de políticas públicas, suele enmendarles la plana a Calderón y a sus funcionarios cada vez que considera que el Gobierno no actúa de acuerdo a los principios panistas. O mejor dicho, de acuerdo a la manera en que el Yunque y la ultraderecha interpretan tales principios.
La mayor dificultad que tiene Espino para alcanzar su propósito es que en marzo de 2008 vence su primer período de tres años y no tiene asegurada la reelección (los estatutos del PAN admiten un segundo y último período). El equipo de Calderón intentará lo imposible para colocar a uno de los suyos, probablemente a Germán Martínez, actual secretario de la Función Pública, quien fuera representante ante el IFE del equipo de campaña. La posición es clave para la definición no sólo del futuro de las relaciones entre el Gobierno y el PAN, sino para elegir al candidato presidencial de 2012, que los calderonistas quieren guardar para sí mismos.
En el marco de esta disputa, la renovación del CEN del PAN dentro de dos meses será la batalla madre, pues los consejeros serán los electores de la nueva presidencia en 2008. Y justamente allí es donde entra Carlos Abascal y otros ex secretarios de Fox, convocados por Espino para sumarse a su causa (Luis Ernesto Derbez, ex canciller y el tristemente célebre ex secretario del Trabajo, Francisco Salazar).
?El fichaje? de Abascal es una jugada estratégica para Espino, pues seguramente lo llevará de mancuerna para la reelección de 2008. Y en el peor de los casos, si la composición del CEN le resulta desfavorable, podría incluso ser su delfín para que lo sustituya en la presidencia del partido. En un momento dado para Espino podría ser más fácil hacer de Abascal el próximo líder del PAN, que conseguir su propia reelección. Un plan ?B? nada despreciable.
Por lo demás, el plan ?B? podría extenderse a la presidencia del país misma. Para el grupo más conservador del PAN, que encabeza Espino, Calderón y sus pupilos son un mal necesario: lo apoyaron contra el ?mal mayor? que representaba López Obrador. Pero Calderón no era el candidato original de estos grupos, que preferían a Alberto Cárdenas o a Santiago Creel. Pero ahora el Yunque y similares no desean perder una siguiente oportunidad. Saben que si desean ganar la Presidencia del país en 2012, desde ahora deben comenzar a ?posicionar? a sus candidatos. Espino busca convencerlos de que él mismo puede ser el candidato idóneo. Carlos Abascal sería su ?back up?, por si acaso.
Lo cierto es que desde que lo trajo del efímero retiro como ex secretario de Gobernación, Carlos Abascal ha sido, después de Espino, el personaje más visible en las filas del PAN, no obstante que se ostenta con el título de secretario general adjunto. Abascal no es miembro del Yunque, pero ideológicamente se inscribe en las filas de los sectores más conservadores del panismo.
Espino lo ha traído como una especie de copiloto y mancuerna para reforzarse. Mi pronóstico es que terminará reemplazándolo en alguna de las dos aspiraciones que abriga Espino: la presidencia del PAN o la candidatura a Los Pinos. Abascal supera a su ahora mentor con un dígito en IQ y con carretadas en prudencia política. Calderón tendrá que emplearse a fondo frente a esta estrategia, pues carece de un candidato de peso frente a Abascal. Dentro de dos meses sabremos quién ganó la primera batalla.
(www.jorgezepeda.net)