Hong Kong.- China se encamina a convertirse en la potencia económica del siglo 21. Con una economía que crecerá a casi el 12% este año, el doble del promedio mundial, y con un mercado interno en potencia de 1.3 mil millones de personas, esta nación asiática deslumbra por sus resultados macro en los últimos 20 años. Sin embargo, el milagro económico chino está acompañado de un incremento en el rezago social y de una crisis medioambiental que podría tener consecuencias globales.
De acuerdo con los centros que más han estudiado la economía china, como el McKinsey Global Institute y el Banco Mundial, desde la década de los años 80, cuando se profundizaron las reformas que abrieron la economía china al mundo, unos 400 millones de personas han salido de la pobreza en China, convirtiéndose en consumidores que demandan productos, servicios y mucha energía.
El rápido paso de China de ser una economía mayoritariamente agrícola a una orientada a la tecnología, a la producción industrial y a las exportaciones ha traído consigo un profundo cambio socioeconómico en la población. Hoy, de acuerdo con el Banco Mundial, poco más de un tercio de la población de China vive en centros urbanos, en ciudades, mientras que las dos terceras partes restantes viven en zonas rurales. Se calcula que para 2025 la relación será a la inversa: casi el 70% de la población vivirá en las megaurbes chinas, al tiempo que un poco más del 30% lo hará en el campo.
El desplazamiento del campo a la ciudad de la población china es un reto para el liderazgo comunista. Un experto de la Universidad de Tongji pronostica que en menos de 20 años China tendrá que haber encontrado nuevas formas de producir energía eléctrica ecológicamente responsable, así como tendrá que triplicar la ya enorme inversión en infraestructura que está realizando para dotar a estas megaurbes de los mejores servicios de transporte público.
Como consecuencia de esta urbanización, 13 de las 20 ciudades más contaminadas del mundo están en China y sus niveles de polución superan el límite establecido por la Unión Europea. En efecto, en las mayores concentraciones urbanas, en la costa china, el cielo recuerda la contaminación en el DF en sus peores años. Ni uno solo de los 16 días que he pasado en China he podido ver un cielo completamente despejado.
Adicionalmente al reto de la contaminación ambiental, la ONU advierte que en China hay unas 600 millones de personas que viven en zonas de escasez de agua. En otras palabras, un 46% del total de la población china no tiene acceso a agua potable segura. Las autoridades chinas han iniciado un ambicioso proyecto de diques para transportar el agua a las zonas más afectadas del norte del país, pero esta solución es demasiado costosa y lenta. Además de la escasez, la calidad del agua es deficiente. Ello hace que se empiece a hablar cada vez más sobre el desproporcionado incremento de casos de cáncer que se registran en la población china, directamente relacionados con la mala calidad del agua.
El reto social y ambiental para la tercera economía del mundo es mayúsculo. Las reformas económicas de China han acabado con el sistema de pensiones. Hoy el Estado chino no tiene un sistema de retiro y además el acceso a los servicios de salud se privatiza a pasos agigantados, lo mismo que la disparidad en el ingreso entre los nuevos ricos chinos y los que siempre han sido pobres.
El mayor reto de China no es hoy la liberalización política. Su mayor reto es traducir los estupendos indicadores macroeconómicos en un verdadero impacto micro, en la vida de las 2/3 partes de la sociedad rural y pensar en cómo responder a la crisis ambiental y de seguridad social de cara al futuro. En otras palabras, China tiene que consolidar su futuro mediante los derechos socioeconómicos de sus ciudadanos y con una responsabilidad ambiental global, aunque en derechos políticos siga atrapada en el pasado…
Miembro del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales
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