EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

¿Chitón?

Patricio de la Fuente G.K.

“El Premio Nobel colombiano, Mario Vargas Llosa…”. Vicente Fox Quesada, 2007.

No me sorprende en lo absoluto la aseveración anterior: Fox no es precisamente un digno amante de las letras, ya no digamos de la literatura hispanoamericana del siglo veinte. El guanajuatense nos tiene acostumbrados a disparates que van, desde el campo diplomático hasta aquel que se cruce por su camino; así es él, está en chino cambiar la esencia de un hombre terco aunque dicharachero.

Durante su periodo como presidente de México, la diarrea verbal -se oye horrible decirlo así, pero es la neta- foxiana puso en entredicho a su persona, partido, gabinete y el manejo de la política exterior, entre otros; del mismo modo dicha incontinencia le trajo innumerables éxitos. Muchos pensaron que con su desaparición de la escena pública finalmente terminaría toda una época marcada por un sinfín de frases de alto calibre y acciones de poca monta. Ojo: los aciertos de Vicente Fox son innegables, sería garrafal ignorar las bondades de su Presidencia.

El meollo del asunto es que hoy nos sorprende la constante y férrea actividad del ex binomio presidencial en foros extranjeros. Una de las reglas no escritas del extinto sistema dictaba que una vez concluida su gestión, los ex presidentes guardaban silencio absoluto. Claro está, en casos extremos -fueron los más, por desgracia- nuestros gobernantes gozaron de un cómodo exilio acompañados únicamente de su familia, los escasos fans que les quedaban y alguna parte del erario de la nación.

¡Vaya que han cambiado los tiempos y otros son los parámetros dentro de nuestra joven democracia¡ Fox recorre el mundo, habla de todo y con todos y de paso se embolsa la friolera de cien mil dólares por conferencia. ¿Legal? Sí, pues en sus palabras: ¿cuál regla de oro me impide quedarme callado? ¿Cuestionable? Eso andamos averiguando.

Pero recordemos algunos momentos de la historia nacional. Al entregar la Presidencia, Gustavo Díaz Ordaz se exilia en su casa del sur de la Ciudad de México a darse bofetadas “por haber elegido a Echeverría”. Lastimado por los fantasmas de Tlatelolco, el de la boca obscena muere creyendo que en 68 México había sido víctima de una afrenta comunista de alcances internacionales. “A mí me hicieron chistes por feo, no por pen….” habría de declarar Don Gustavo cuando LEA le cede la estafeta a López Portillo.

Por cierto, el último rescata a Díaz Ordaz de la ignominia nombrándolo embajador en España, comisión en la cual permaneció solamente un mes. “Al pueblo de España no le manden a esa araña” diría el pueblo mexicano en alusión a tal atrevimiento. Y es que para entonces López Portillo enfrentaba una buena dosis de problemas, no tanto con Díaz Ordaz, sino con su antecesor. Echeverría no dejaba de moverse y publica su historia en las páginas de aquél ¡Siempre! de Pagés Llergo. Dicha afrenta al sistema le costó ser designado embajador itinerante en Australia y las Islas Fiji. ¿Así o más lejos?

Pocos causaron tanta rabia y encono como López Portillo, al que los comensales ladraban cuando entraba a cualquier restaurante. Después de una muy, pero muy larga autobiografía, “Mis Tiempos” -yo sí me la aventé todita- poco se supo del presidente criollo hasta que se vio envuelto en líos de herencias con Sasha Montenegro. Su vida y obra termina en las páginas del TV Notas principalmente.

Miguel de la Madrid no suscitó mayores ánimos al dejar el poder. Salinas lo designa -y Zedillo lo ratifica- como director del Fondo de Cultura Económica, pues según dicen las malas lenguas “estaba muy aburrido y comenzaba a beber más de la cuenta”. De Don Miguel pocas sorpresas habíamos recibido hasta el momento donde aparece en un noticiero de alcance nacional, y más o menos deja entrever que en 1988 sí se dio el fraude electoral ¡Vaya regreso¡

Salinas de Gortari es harina de otro costal. En boca de Enrique Krauze, “el presidente que quería ser Dios” pasó a ser mercancía muy demandada en los altos de las avenidas de la capital en forma de máscara. Creo que los mexicanos no hemos logrado sopesar desde una visión fría y congruente los logros de este presidente que a la fecha mantiene un obligado bajo perfil.

El doctor Zedillo goza de una situación de privilegio. Catedrático y consejero de importantes empresas transnacionales, tan sólo hace unos días dio un espaldarazo al presidente Calderón al asentar que “iba muy bien y había que apoyarlo”. Coincido con las palabras del denominado “mandatario de la transición”.

En Estados Unidos los “ex” edifican bibliotecas y viajan por el mundo en aras de perpetuar su legado, sin embargo todos se caracterizan por elegir un tema -léase Sida, vivienda, la situación en África- que les apasione y de ahí buscan contribuir. Vicente Fox ha repetido que su labor se centrará en promover los valores y virtudes de la democracia. De acuerdo, pero vaya un recordatorio al ex presidente: el fue solamente un facilitador; al final la democracia la hicimos todos.

Muy válido el que Fox quiera defender su sexenio. Como ciudadano se encuentra en todo su derecho de opinar, pero no debe pasar por alto lo siguiente: sus palabras tienen trascendencia mundial, de ahí la necesidad de cuidar cada tema.

Como dijo Zedillo, es vital ayudar a Felipe Calderón en la titánica tarea que tiene frente a sí. El que Fox haya declarado que todos sus ánimos estaban puestos en derrotar al Peje en la pasada contienda, fue una desafortunada contradicción. ¿Así quiere defender la democracia, pavoneándose como El Gran Elector? ¿El resultado? lastimó al presidente Calderón.

Con amigos así…

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 265621

elsiglo.mx