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Chucho el roto

Gilberto Serna

Ora* sí que ni para dónde hacerse, el pleito está al rojo vivo. Los dos están trenzados en fiera batalla. El Gobierno Federal por un lado y el ex presidente Vicente Fox Quesada por el otro. Algunos me dicen que es una zalagarda, es decir, una pendencia, regularmente fingida, de palos y cuchilladas, en que hay mucha bulla, voces y estruendo. No estoy de acuerdo. Si la memoria me es fiel, todo empezó cuando es entrevistado por el comentarista de la televisión gringa Hill O’reilly que hizo preguntas incisivas y Fox contestó, entre otras cosas, lo que en él se ha convertido en un estribillo, algunos dirán que cantaleta, que podía resumirse en que “me la hizo, pero me la pagó”, refiriéndose a un candidato en pasada contienda de la que derivó el triunfo del actual presidente. Esto de hablar y hablar ya había sentado plaza, pero como luego dicen hubo la gota que derramó la paciencia. El Gobierno, usando al encargado de la política interior, envió por los medios un mensaje a su antecesor indicando “Todos los políticos debemos entender que el que se va, se calla”, agregando, que los políticos “debemos enseñarnos a callar una vez que se concluye nuestra función”. Esto se pensaría conociendo como se las gasta Vicente, le entraría por una oreja y le saldría por la otra, aunque parece esta vez le causó escozor pues reviró de manera nada morigerada.

De entrada rechazó que tenga que guardar silencio y fingiendo que no sabe quien lo dice, manifestó que él tiene que ser democrático y en las democracias no hay tapabocas. Que los tiempos no son los del PRI en que había una obediencia ciega a las consigna del Gobierno entrante. La boca cerrada, en la que no entraban moscas, era una regla para los ex presidentes priistas so pena de ser exiliados. Bien, al que se le pasó la mano fue al senador panista José Rodríguez Prats quien en defensa del derecho de Fox a expresar lo que salga de su ronco pecho, lo equipara a Benito Juárez y Francisco I. Madero que, dice, fueron maltratados por el Congreso de la Unión. Dos héroes del santoral de la Patria en una comparación chocante con el resultado justo de que el pueblo sabe distinguir quién es quién, es decir, quien trae un Jeep, una Hummer, anda a caballo o simplemente, como millones de mexicanos, van de un lado a otro a golpe de calcetín. Se sabe de buena fuente que el caballo tordillo en el que Fox paseaba por su rancho respira a todo pulmón, ahora que su jinete se ha motorizado.

En esta ocasión le doy la razón a Fox. No hay motivo válido para amordazar al ex presidente, evitando que diga lo que se le antoje. No hizo un papel como presidente que haya sido relevante. No obstante pretender dejarlo afónico es algo que no corresponde a un Estado democrático. El silenciarlo es evitar que la ciudadanía pudiera llegar a enterarse de lo que realmente está sucediendo. Tiene razón de que este régimen se estaría convirtiendo en un Estado fascista, que carece de sustento en los aires de libertad que los mexicanos respiramos. Cabe decir, lo que daba fundamento al PRI para silenciar a sus ex presidentes estaba dentro de una lógica que no se advierte en el ex presidente Vicente Fox. Tenían aquellos ex presidentes equipo humano, fuerza de mando y oficio político. Mientras el presidente entrante, no tomara totalmente las riendas del poder, el saliente contaba con senadores, diputados y gobernadores que le rendían pleitesía, acostumbrados al mando del viejo, en unos casos más en otros menos. El caso paradigmático es el de Lázaro Cárdenas que tuvo que fajarse los pantalones para acabar con el poder político de Plutarco Elías Calles, considerado el Jefe Máximo de la Revolución, a cuyo régimen se le conoce como el Maximato. Lo tuvo que enviar al extranjero a punta de pistola.

El secretario de Gobernación actual no supo, no quiso o no entiende que Vicente Fox ha terminado más desprestigiado que Jesús Arriaga (a) Chucho El Roto. Que está peleado con las gentes que le ayudaron a subirse a la silla presidencial. Que no tiene colaboradores que salgan al frente queriendo servirlo, dada la experiencia que sufrieron los que lo hicieron. Que su buena estrella se apagó hace tiempo por que perdió el encanto de hombre bronco capaz de resolver los problemas del país. Que su cónyuge se encargó, de un brochazo, de borrar a sus amigos, dejándolo solo y su alma. No formó Fox ninguna corriente política que pudiera estorbar al nuevo presidente. Lo que diga o haga no es algo que le quite el sueño a nadie. A menos que se trate de amarrarle la lengua, haciéndole un nudo, dadas sus ideas farragosas, no para que se abstenga de opinar de asuntos políticos sino de las trapisondas que tuvo que usar para llevar al poder a los actuales gobernantes. Lo mejor que podrían hacer es encontrar la fórmula mágica para dejarlo mudo, lo cual es tanto como hallar la piedra filosofal que los alquimistas buscaron con denodada terquedad. En fin, se ha creado un laberinto que ni el mismo rey Minos, en Creta, sería capaz de acertar con la salida, por lo que de seguro el mítico Minotauro, mitad toro, mitad humano seguirá, por largo tiempo, tierra adentro.

Post Scriptum.- *Ora: aféresis de ahora, figura de dicción, según la preceptiva tradicional, en la que se suprime algún sonido al principio de un vocablo.

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