Apenas, creo, se ha iniciado un largo proceso dirigido a dirimir si la sociedad está preparada para resolver el asunto tan intrincado y tan de suyo peliagudo. Aún faltan recursos legales mediante los cuales se puede echar abajo lo resuelto hace unas pocos días acerca de que se pueda interrumpir el embarazo en las primeras doce semanas de gestación, sin necesidad de presentar un documento que justifique la necesidad de hacerlo, bastando tan sólo la voluntad expresa de la mujer preñada. Los asambleístas que constituyen el poder legislativo en el territorio del Distrito Federal, votaron a favor de la despenalización del aborto. Esto en plata pura no se sabrá si fue a espaldas o en contra del criterio de sus electores. Por consiguiente si se ignoró a los que van a sufragar en las próximas elecciones, la respuesta será echarlos de sus cómodas curules, en caso contrario serán ratificados en los escaños quienes compitan con los colores del mismo partido al que pertenecen los diputados locales que aprobaron la enmienda. Eso si los medios de impugnación de algún modo no prosperaran. Aún quedan muchos pasos para llegar al final dado que los opositores a la medida no se han de quedar con los brazos cruzados por lo que combatirán con todas las armas legales para lograr su propósito de echar abajo la despenalización.
Lo interesante es que la disposición legal modificada sólo rige en el Distrito Federal por lo que las legislaturas de las 32 entidades federativas restantes, tendrán que tomar una resolución propia. Acá estamos en la provincia, las costumbres desenfadas y frívolas de la capital mexicana no son las nuestras, me decía con cierto dejo de sabiduría un hombre entrado en años, que tiene el hábito de ocupar una banca en una de las veredas del bosque. Aun, a diferencia de los defeños, no hemos perdido el temor a Dios, agregaba. Además, aquí y en todo el interior de la República lo que predica la clerecía sigue pesando en el ánimo de la gente. El De eFe es otra cosa. Allá el ser humano se ha visto perdido en un maremágnum que ha distorsionado su visión de lo que es conveniente y lo que no lo es. En una palabra, el aglomeramiento de enormes multitudes lo ha ido insensibilizando. Puede que tengan razón por lo que a su entorno corresponde. La ciudad se ha vuelto sumamente peligrosa. De una puerta a otra no se conoce a quienes habitan en el vecindario, que puede ser una familia pacífica o lo contrario. Todos desconfían de todos. Los que salen por las mañanas a trabajar se despiden de sus seres queridos, como lo habrán hecho los argonautas que al zarpar hacia un incierto destino no estaban seguros de volver a verlos. Hay un descontrol de identidades que todo lo pervierte, abundando el relajamiento de las conductas. Existe la opulencia de un lado conviviendo con la pobreza extrema. Agregue usted a los grupos que se manejan fuera de la Ley y encontrará la razón de una sociedad cuyos principios se han desquiciado.
El hombre es destructor por naturaleza. Extermina tanto a animales marinos como terrestres. Arrasa con bosques, praderas, sabanas, pampas y llanuras. Cómo podríamos pensar que no lo hiciera con su propia descendencia. Un abogado de la vieja guardia me contaba cómo la falta de escrúpulos de un discípulo de Escolapio le hacía recomendar el dejar a su hijo recién nacido, expuesto a los fríos helados del duro invierno, abriendo la ventana de su habitación, como una forma de acabar con el bebé que había llegado al mundo con una alteración en el número de cromosomas en el que la ciencia ha denominado mongolismo o síndrome de Down, que se caracteriza por un aspecto de la cara que recuerda a los orientales, unido a un retraso mental generalmente muy acusado. Sobra decir que el rechazo dio lugar a que el togado montara en santa cólera que si no hubiera gente cerca hubiera podido desembocar en una tragedia. No obstante que ahora se sabe que la malformación tiene otros orígenes, en ese entonces un sentimiento de responsabilidad le afloró por lo que se dedicó a beber sin moderación creyéndose culpable. ¿A qué viene todo esto?, son reflexiones que considere debo dar a conocer para que cada quien tome el camino que le aconsejen su conciencia o sus creencias.
Diré para finalizar, que el huevo fecundado que resulta de la fusión de un gameto masculino o espermatozoide con otro femenino u óvulo, se denomina Cigoto, con lo que termina la hermosa fábula de la abejita y el polen. Desde luego, que a partir de ese momento se produce el inicio de un nuevo ser que, si nada interrumpe su normal desarrollo, en un periodo de gestación de nueve meses, dará lugar al milagro más portentoso que hayan presenciado los humanos: reproducirse a sí mismos. Es, desde luego, dígase lo que se diga, un ente similar a nosotros que podrá ser un Einstein, un Beethoven, un Shakespeare, un Karol Wojtyla o nadie en particular, sólo un ser que al caminar del tiempo se convertirá en alguien que vivirá con nosotros con personalidad propia. Hay una vieja discusión, que en estos días se ha ido por el tubo de desagüe, acerca de si por intermediación del Espíritu Santo, a partir de su concepción, estando aun el embrión en su nido materno, debe o no ser considerado un protoplasma que ya ha recibido el soplo divino de la vida. Es a raíz de entonces que estará protegido, aun cuando las leyes digan que será sujeto de derechos y obligaciones siempre que nazca y sea viable, lo que en buen castellano, esto último, se traduce en que la criatura salga del claustro materno con robustez o fuerza bastante para seguir viviendo. En fin, no sabemos a dónde irá a parar este mundo si perdemos la fe en nuestra propia especie.