3 estrellas de 5
Un año regular
¿Qué es la buena vida, y cómo se lleva? Las respuestas a la pregunta ancestral son infinitas, porque cada individuo del planeta ha tenido y tendrá una respuesta diferente. Además, según evoluciona su vida, cada persona va modificando la respuesta. La cambia cada año. Quizá cada día. Entonces? ¿la pregunta no tiene respuesta? Imposible resignarnos. Así que lo invito a que encontremos algunas pistas.
La buena vida no se consigue en las ciudades grandes, sino en comunidades pequeñas. La buena vida no se alcanza en este país, ni siquiera en este continente. La buena vida se alcanza cerca del mediterráneo (del lado europeo, por supuesto, no del africano). Y finalmente, la buena vida se consigue en verano, cuando es posible usar pantalones cortos. Montones de películas soportan estas aseveraciones. Desde Beso Francés hasta Bajo el Sol de Toscana, aprendimos que la buena vida incluye, por fuerza, catas de vino, habitaciones con hermosas vistas a la campiña/mar/villa medieval, y ocho horas de diarias de ocio.
Un Buen Año, la cinta más reciente de Ridley Scott, comparte esta misma visión. Russell Crowe interpreta a un exitoso y tramposo corredor de bolsa inglés, que recibe la noticia de que un tío suyo acaba de morir, y le ha heredado su villa y viñedos en la Provence. Cuando se traslada a Francia, los recuerdos le asaltan. Por medio de convenientes flashbacks conocemos la personalidad relajada del difunto, y lo mucho que el corredor se ha alejado del hombre que su tío hubiera querido que fuera.
La historia no se presenta con sentimentalismo provinciano a la Cinema Paradiso, sino como comedia, a veces de pastelazo, a veces aspirando a la sofisticación, siempre con el estilo hiperquinético y la foto preciosista propios de Scott. Al inicio del viaje, el corredor esta completamente decidido a vender la finca y largarse, pero la operación se complica con la aparición de dos femmes vitales para la trama: una belicosa propietaria de un restaurant, a la que casi atropella; y otra que clama ser hija ilegitima del tío, y por tanto, heredera legítima. Ambas bellezas son motivo suficiente para ver la cinta, un auténtico taco d?oeil, o crepe de ojo.
El corredor, como usted ya se lo espera, tendrá que cambiar su forma de ser. Esta historia de renunciación y renacimiento, que ya hemos visto tantas veces, no deja de ser conmovedora. La decepción que provocan las versiones materialistas del sueño americano (aunque el personaje sea inglés, es lo mismo) hace añorar el sueño toscano, al sueño provenzano, o al sueño san-miguel-de-allendano. Todos variaciones del sueño de estar-en-cualquier-otro-maldito-lugar.
Un Buen Año es una cinta divertida que no pretende (ni logra) ser algo más. Tiene la profundidad de un show ligero del Discovery Travel, pero logra contagiarnos, por un rato, del deseo de cambiar a una vida más simple, más sensual. Esa que sólo se logra abandonando el frenesí citadino y cambiando de valores, reencontrándonos con nuestros sentidos mientras consumimos, muy poco a poco, nuestra gorda, muy gorda cuenta de ahorros.
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