4 estrellas de 5
La ciencia de la melancolía
En el libro Viaje a Ixtlan, el chamán Don Juan le revela a Carlos Castaneda que una forma de aprender a controlar los sueños, es mirarse repetidamente las manos mientras se sueña. Así, al introducir una orden consciente, se traerá orden al caos onírico, y poco a poco, será posible dominarlo. Con infinito respeto hacia Don Juan, distingo tres peligros en su receta. Primero, que al controlar los sueños, estos se vuelvan terriblemente aburridos. Segundo, que al ser capaces de dirigirlos, se conviertan en un paraíso de hedonismo del que no queramos salir. Y tercero, el más amenazante: ¿que pasa si los sueños contraatacan, filtrándose por las paredes de la vigilia. Esto último es lo que ocurre en la nueva cinta de Michel Gondry, La Ciencia del Sueño.
Gael García Bernal interpreta al joven Stephane, que recién perdió a su padre en México y llega a Francia para vivir en el departamento de su madre, el mismo en el que vivió siendo niño, hasta que sus padres se divorciaron. Su madre ya no esta ahí, vive con su novio. Después de instalarse conoce a Stephanie, su vecina, de la que se enamorará lentamente, resistiéndose al poco convencional encanto de la muchacha. El joven, que tiene aspiraciones artísticas, sufre con el monótono trabajo que le consiguió su mamá en una imprenta de calendarios.
Hasta aquí hice un esfuerzo por darle una síntesis lineal de lo que ocurre durante la primera mitad de la película, porque Gondry nos lo presenta una manera alucinante, tierna, desconsoladora y visualmente deliciosa, pero no para todos los gustos. Desde el arranque de la cinta, Stephane nos recuerda (desde un estudio de televisión hecho de cartón y celofán donde contempla su vida y sus sueños) cuáles son los ingredientes de la mezcla onírica. Gente, recuerdos inmediatos, lejanos y hasta olvidados, deseos, miedos? todo se revuelve en un pegote ingobernable, a veces dulce, a veces amargo, siempre revelador.
Repito: no es para todos los gustos. Hay, eso sí, grandes probabilidades de que la disfrute si le agradó Eterno Resplandor De Una Mente Sin Recuerdos, del mismo Gondry. En Eterno Resplandor, el director y el guionista (mi héroe Charlie Kaufman), se dedican a desmantelar la estructura de la memoria, poniendo en escena, visualmente, figuras que se reservaban a la metáfora literaria. En La Ciencia del Sueño, Goundry sigue una tónica similar, aunque menos intelectual, más emotiva. Prescinde también de los efectos digitales y limita su paleta a bellos trucos orgánicos, primitivos, con estética de kindergarten.
La Ciencia del Sueño tiene muchos elementos de comedia fina, aunque al final resulte triste. Stephane es incapaz de conectar y amar de una manera que resulte comprensible para los demás. Su vecina Stephanie, también artista, trata de seguirle el paso, pero las alturas y los abismos que visita su enamorado le resultan inalcanzables. Entre ellos hay química innegable, pero él necesita química farmacológica. Su desorden es más profundo. Los sueños han invadido su realidad y no es capaz de discernirlos. Es un niño melancólico que al caerse de la cama no llora, se pone a soñar más fuerte.
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