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Cinecrítica

Max Rivera 2

3 ½ estrellas de 5

El último rey de los premios

Cuenta Forrest Withaker que le llevó meses sacudirse a Idi Amin. Luego de una investigación de años y de la filmación de El Último Rey de Escocia, el actor sufrió para desprenderse de la personalidad del dictador y del acento africano. Al ver la película lo comprendemos. Whitaker exuda esa mezcla magnética de aparente candor y latente brutalidad que caracterizaba al ugandés.

De que es un trabajo actoral extraordinario, no hay duda. Pero que sea superior a la actuación de todos los nominados, de casi todos los premios existentes en el mundo… no sé. Creo que, al igual que otros actores que han sido unánimemente premiados en años anteriores, el reconocimiento se debe a una combinación de suerte, oficio y méritos obtenidos a lo largo de su carrera. La fortuna de Withaker (porque ni siquiera se parece tanto a Amin), fue haberse topado con un rol así de jugoso. De su talento dependió exprimirlo al máximo.

A Amin se le achacan 300,000 asesinatos políticos, un número conservador contra los diez a 50 millones de Stalin, aunque muy superior a los 30,000 de Duvalier o los 3,000 de Pinochet. El Último Rey de Escocia contiene un estudio interesantísimo de cómo un líder pasa de prometer mano firme, democracia y progreso, a sólo mano firme y luego, sólo sangre.

La película se desarrolla durante los primeros cinco años de la dictadura de Idi Amin, vista a través de los ojos de un joven médico escocés que hace trabajo voluntario en una aldea miserable de Uganda. De chiripa se encuentra con Amin, durante una gira del general golpista, y le atiende una herida en la mano. El dictador se impresiona con el aplomo del joven y le ofrece el puesto de médico presidencial. Al doctor lo seducen el primitivo glamour de la casa de gobierno y el carisma de Amin, y rápidamente abandona su misión altruista.

Con la ingenuidad propia de la juventud, sumido en el sabroso sopor del lujo y el privilegio, no alcanza a ver la corrupción y el despojo que el gobierno va efectuando en la de por sí empobrecida Uganda. Tampoco ve a las primeras víctimas de la represión, porque Amín es un sol que lo eclipsa todo. Lo que en el médico despertará creciente alarma es que el dictador pasa de una desconfianza justificada, dadas sus circunstancias, a la franca paranoia y al delirio de persecución. El círculo de confianza del dictador se va haciendo más pequeño, y quienes se quedan fuera son eliminados sin miramiento. Con frecuencia, mientras más cercanos, más brutal su asesinato.

El Último Rey de Escocia es el muy afortunado debut (en el largometraje dramático) del documentalista Kevin Macdonald. Su personaje principal, el médico escocés, es una figura ficticia, un compuesto de tres o cuatro ex colaboradores que sobrevivieron al régimen. Aunque la utilidad del personaje es ayudarnos a penetrar, desde la perspectiva europea, en el mundo de Amin, lo encontré a menudo estorboso. Quería ver más a Whitaker, al gabinete de Amin, a los ciudadanos comunes de Uganda. No necesito que me expliquen a los gobernantes corruptos, la tentación de matar al adversario o la violencia en las calles. Soy mexicano. Los conozco bien.

mrivera@solucionesenvideo.com

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