4 ½ estrellas de 5
Helen Mirren reina
Creo que la decepción que me causó el Hombre Araña 3 redujo mis expectativas para el resto de las películas veraniegas. Posiblemente por eso, por agarrarme con la guardia baja, las secuelas de Shreck y Los 4 Fantásticos me parecieron mejores que sus predecesoras inmediatas. El humor de Shrek Tercero se siente menos disperso en las referencias a la cultura pop, mientras que Los Cuatro Fantásticos mejoran muchísimo con la elemental adición de una historia bien estructurada. Este aumento en la calidad es gratamente bienvenido, sobretodo porque cualquiera de las dos cintas será parada obligatoria para padres de niños en veraneo, antes de recetarse algo más sustancioso.
¡Y que plato fuerte tenemos en cartelera! La Reina, del director Stephen Frears, es un recuento, en parte ficticio, parte documental, de la semana que siguió a la muerte de la Princesa Diana, o Lady Diana, o simplemente Diana Spencer. Esta confusión es crucial, ya que la Diana que murió luego del choque en un túnel de Paris, no era la misma para el público que para la familia real.
Si usted tiene más de veinticinco años, seguramente recuerda que la reina Isabel II y el resto de la corte trataron de mantenerse ajenos al luto generalizado, desconcertando primero, y luego provocando la indignación del mundo entero.
La corona se mostró incapaz de comprender un fenómeno masivo que retrató maravillosamente la solidaridad, la manipulación mediática o la estupidez colectiva, como usted quiera verlo. La razón que esgrimió la Casa de Windsor era muy sencilla: Diana ya no pertenecía a la Familia Real, por lo tanto, no merecía un funeral Real. El recién electo Tony Blair, mostrando un tino político que no le duraría mucho, aprovecha el momento y se sube y azuza al carnaval del dolor, atropellando gustoso a la monarquía, cuando menos al principio.
La atención al detalle en la recreación de la vida en el palacio y en la casa de descanso de Balmoral es extraordinaria, mostrando el lujo cotidiano que puede esperarse en una monarquía de siglos, pero también con extraños detalles de ahorro doméstico y cuidado del gasto. Y aunque todos los actores principales guardan un parecido satisfactorio con su contraparte real, la caracterización de Hellen Mirren como la Reina se roba la atención en cada escena que aparece (se dice que conforme avanzaba el rodaje, el equipo técnico involuntariamente empezó a hacerle reverencia a la actriz). Más que en la ridícula idea del derecho divino a gobernar de los reyes, veo la mano de Dios en la brillante actuación de la señora Mirren.
Políticamente, como naciones americanas, somos hijos de los movimientos que surgieron para acabar con los privilegios sanguíneos y hereditarios del gobierno, por eso nos resultan tan exóticos y ridículos. Los mismos ingleses no saben ya qué hacer con ellos, y se escudan en la tradición, en la carga simbólica, para defender su vestigial y anacrónica monarquía.
La Reina es una mirada inteligente, corrosiva y sí, humorística, a los entretelones de una institución que no tiene la solidez necesaria para soportar el escrutinio público. Paradójicamente, la cinta hace que uno termine simpatizando más con Isabel II que con la superficial Diana.
Recuerdo que al final de La locura del Rey George, Jorge III le exige a su conflictiva familia que sonrían y saluden a la gente, que para eso se les paga. La Reina es la crónica de un momento decisivo, posiblemente definitorio para el futuro de la monarquía inglesa, cuando olvidaron que también se les paga por llorar.
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