4 estrellas de 5
Ligeramente embarazada, poderosamente divertida
Hace un par de años, cuando escribí sobre Virgen a los 40, aventuré que Judd Apatow, su director, era un digno aprendiz y posible sucesor de los hermanos Farrely en el subgénero de la “comedia romántica vulgar”. Hoy, después de ver Ligeramente Embarazada, debo modificar mi apreciación: no es una cuestión entre maestros y alumnos, es una competencia entre iguales. No pretendo restar mérito los extraordinarios logros de los Farrelly, sobretodo a su trabajo seminal (en muchos sentidos) en Loco por Mary, pero hay que reconocer que han cedido la vanguardia, para convertirse en una versión más tímida de si mismos. Mientras, Apatow supera su esfuerzo anterior, en clara muestra de talento consistente.
¿De que clase de competencia estamos hablando? De flatulencias y maldiciones, por supuesto. ¿Y que tipo de talento? El de hilvanar cuidadosamente estos profanos elementos hasta convertirlos en hermosa joyería.
En Ligeramente Embarazada, una atractiva joven que empieza a abrirse camino en el periodismo de espectáculos consigue un ascenso. Esa noche, sale con su hermana a celebrar en un club, en el que se encuentra con un tipo regordete, simpático y desempleado, que con algo de puntería, suerte y mucho alcohol, consigue ligársela. Terminan en la cama, para sorpresa de ambos, y aunque ella decide olvidar su extraño desliz, se ve obligada a buscar a su compañero casual cuando se descubre embarazada.
Y, curiosamente, se vuelven pareja. Cuando lo más sencillo era optar por el aborto (a ambos se les sugiere), deciden continuar con el embarazo, más que por convicción Pro-Vida, por el reconocimiento de que el aborto es una opción para gente que vive en situaciones mucho más difíciles que ellos. O para gente que está muy sola. Y ellos podrán sufrir de todo, menos soledad. Ella vive en la lujosa casa de su hermana, cuñado y sus dos hijas. Él vive con cuarto o cinco amigos que lo apoyan, sumamente graciosos y sumamente mariguanos. Aptow tiene la habilidad de rodear a sus personajes de un reparto secundario brillante y auténtico, y la sabiduría de repartirles equitativamente los chistes.
Cabe señalar una diferencia importante entre los Farrely y Apatow. Mientras los hermanos, en sus mejores momentos, apostaron por el high concept, es decir, historias con premisas y personajes extraordinarios, Aptow prefiere horadar en canteras cotidianas, casi material de sitcom televisivo, pero desde un ángulo que ya se percibe como muy personal. Difícilmente hay historia más vieja que la del embarazo no planeado, pero resulta refrescante oírla en voz de Aptow.
Una voz optimista, que no cree en villanos, y que piensa que detrás de la frialdad de un médico o de un rebotador de club endurecido, hay un ser humano bueno y decente, dispuesto a ayudar.
Que cree los bebes son más importantes que las carreras o la mota, y que la paternidad se vuelve más sencilla mientras mejor intencionado seas. Porque en el primer llanto del recién nacido está la orden divina, o el primordial llamado de la especie, que nos ordena perpetuarnos en el mundo y reflexionar sobre el milagro de la vida durante los siglos venideros, en miles y miles de comedias.
mrivera@solucionesenvideo.com