Calificación: 3 estrellas de 5
Uno de los muchos días en que mataron la esperanza
Antes de comentar El Día Que Mataron a Kennedy, quiero sugerirle (con muchas reservas), que si va aprovechar el fin de semana largo para llevar a los niños al cine, vea La Leyenda de la Nahuala en lugar de El Perro Bombero. Ambas cintas dejan mucho que desear, pero con la Nahuala al menos le quedará el consuelo de estar apoyando un producto nacional, hecho con lana del Fidecine y del Gober Precioso (del erario poblano, claro). Esfuerzo patriótico de por medio, y aplicando un estándar alternativo (como en las olimpiadas especiales), es posible rescatar algunos momentos divertidos en la historia de espectros prehispánicos y tradiciones novembrinas, aunque la baja calidad de la animación y dirección lleguen a distraer, opacando las buenas intenciones.
Otro proyecto que se queda corto en alcances es la cinta Bobby, rebautizada en México como El Día Que Mataron a Kennedy, posiblemente con la intención de atraer morbosos incautos que no esperan ver la muerte de Robert, sino la de su más famoso hermano mayor. Sin embargo, la distancia que hay entre el Bobby del director Emilio Estevez y la monumental JFK de Oliver Stone, es mucho más grande que la que existe entre las carreras políticas de los dos hermanos. John llegó a la presidencia, cierto, pero Robert estuvo detrás de algunas de las decisiones más brillantes y las posturas más progresistas de su gobierno. El mismo Robert habría llegado a la presidencia, de no ser por un extraño asesino solitario, de esos loquitos que tanto facilitan los carpetazos.
Bobby es una película de pretensiones menores que, quizá como estrategia, se diferencia de JFK en su total ausencia de teorías o explicaciones respecto al móvil del asesinato. Estevez crea un microcosmos representativo de la sociedad norteamericana en el Hotel Ambassador, con historias y personajes ficticios que se entrecruzan durante el día del atentado. Pese a que la construcción de la trama y los diálogos chafean con frecuencia (Estevez no es el dios Altman, que con sobrenatural facilidad imponía sus designios sobre castings multitudinarios), Emilio, hijo del actor activista Martin Sheen, logra el objetivo que seguramente persiguió durante los siete años que incubó el proyecto: transmitir esa sensación final de pérdida, de felicidades truncadas, de justicia postergada. Papá puede estar orgulloso.
Por cierto, antes de la película pasaron el trailer de Fraude: México 2006. Ver juntos el avance del documental de Mandoki y la película Bobby, me recordó uno de mis más queridos temas de ciencia ficción, el de las realidades paralelas. ¿Hubiera sido mejor el mundo, de haber vivido y ganado RFK?¿Cómo es el universo alterno donde Bobby gana e implementa su visión de la guerra de Vietnam, de los derechos civiles? Luego, es inevitable pensar en las elecciones del 88, en las muertes de Colosio, de Clouthier, en las elecciones que perdió Gore, las que perdió López Obrador. ¿Tendríamos un mejor mundo hoy, de no haber pasado lo que pasó?
Sin duda alguna. Porque el “hubiera sido” que no existe, la fantasía, siempre será mejor que la realidad. En este mundo triste en que vivimos, el de Harvey Osvald, de Sirhan Sirhan, de Aburto, de Salinas, del 9/11, de Iraq, del calentamiento global, de las inundaciones, de lo hermanos Bribiesca… puede que nunca se sepa a ciencia cierta qué pasó, pero siempre se sabe quién salió ganando.
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