4 estrellas de 5
Encantada: y vivimos felices hasta el tercer acto
Me resultó sorprendente encontrar genuino encanto en Encantada, una producción de Disney que, a juzgar por los cortos, parecía un intento calculado por darle un empujón a las ganancias navideñas con la venta de DVD de su amplísima librería, en base al homenaje (disfrazado de suave e inofensiva sátira) de sus más emblemáticos éxitos. Y mucho hay de eso, siendo Disney la máquina registradora que es, pero también hay más. Tiene excelentes chistes visuales, ironía tan buena como la del mejor Shrek, comedia romántica a la altura de muchas cintas que no van específicamente dirigidas al público infantil, y sobretodo, tiene a Amy Adams.
Adams interpreta a la futura princesa de un reino de dibujos animados, en una breve introducción que sirve tanto para establecer la personalidad de los personajes, como para recordarnos las reglas y el limitado rango moral de los héroes de los cuentos de hadas. Pero antes de que logre casarse con su príncipe, y por inocente generación espontánea tenga una camada de herederos, es enviada por su madrastra bruja malvada al horrible lugar donde no existen los finales felices: Nueva York. Ahí, convertida en deliciosa carne y hueso, y con la virginal ingenuidad propia de su disneylandiana vida anterior, busca ayuda para regresar a su mundo, a retomar su frustrado principado. Al rescate llegarán, por un lado, su heroico aunque también ingenuo prometido; y por el otro, un abogado de divorcios que es padre soltero.
Este triangulo amoroso da a la cinta una dimensión distinta. Cuando dicen que una película es entretenida para los niños y los adultos, generalmente se refieren a que en el argumento se deslizaron algunos chistes más inteligentes o más subidos de tono. Pero rara vez oímos sobre tensión sexual, de la que abunda en Encantada. Amy Adams sostiene la cinta con su encanto, cierto, pero son los otros encantos del personaje, los dones e instintos que se adivinan tras el vestido de princesa, y que mientras avanza la cinta aprende a utilizar sutilmente, los que la hacen memorable. No soy un viejo degenerado, créame. La promesa del idilio romántico, condimentado además con una sensualidad naciente, inocente y primitiva, está en la pantalla, a plena vista del público de todas las edades. Sobretodo en una escena en que Adams, con sólo mover la mano sobre la bata de baño del abogado, da un chispazo que hace mucho no se sentía ni en cintas dos o tres clasificaciones más arriba.
Es una lástima que Encantada, luego de sostener un paso perfecto durante el arranque y parte media de la cinta, tenga que incluir en su tercer acto las obligadas concesiones al género infantil, brujas y dragones y persecuciones. La resolución no llega a chafear completamente, ni mucho menos, pero se les habría agradecido a los creadores un spring final de la imaginación, para que reclamaran su triunfo completo. Con todo y eso Encantada es, gracias en buena parte a Amy Adams, un deleite, que en su juego de universos paralelos nos recuerda que usted y yo, habitamos un tercero, el real. Tan lejano de las hadas, tan lejano, incluso, del Nueva York idealizado por el cine, donde las princesas salen de las alcantarillas, la gente canta al unísono en Central Park, y el final con beso es un derecho irrenunciable.
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