El Gabo en los Tiempos de Shakira
Si dejáramos en los huesos la novela El Amor en los Tiempos del Cólera, si la redujéramos a cuatro líneas, tendríamos casi el planteamiento de una telenovela. La historia parecería tambalearse sobre la cuerda floja del melodrama con sus diálogos rayanos en la cursilería y sus personajes empecinadamente unidimensionales, de no ser por (y vaya que es una consideración importante) la prosa portentosa de García Márquez.
La cadencia de las frases y la milagrosa selección de adjetivos en el libro del Nobel colombiano, elevan la historia telenovelera a alturas míticas, al punto en que ha sido, durante los quince años que llevo vividos desde que la leí, mi principal referencia sobre la perseverancia y la devoción al ser amado. En la novela, la forma es fondo, y como era de esperarse, esta dependencia en las palabras dificultaría el traslado a la pantalla.
¿Es la película del director Mike Newell un desastre? No. Una leve decepción acaso. Pienso que la cinta puede funcionar con personas que no hayan sido influidas por el libro. Los aspectos superficiales de la adaptación cinematográfica están correctamente realizados: la ambientación y el vestuario son convincentes; la actuación del internacional reparto es buena y hasta el siempre grotesco envejecimiento de los actores está bien hecho. Y la historia, que uno pensaría es el corazón de la experiencia, es la misma del libro, pero falta algo: la voz de García Márquez, describiendo los latidos.
Habrá que reclamarle a Newell por dar argumentos a quienes desprecian el cine y lo consideran un arte menor que la literatura. Su película les ha proporcionado un sólido argumento, aunque la culpa no sea del cine, sino de los realizadores. La adaptación de la novela requería de riesgos, de experimentos visuales que interpretaran el alma poética del texto. Había mucho dinero que perder, pero en caso de ganar, la historia del cine les recompensaría.
En lugar de eso, optaron por el camino fácil, la transcripción lineal. Teniendo a su disposición algunos de los mejores párrafos escritos en nuestro idioma, la cinta opta por largos momentos musicales, aún peor, con canciones completas de Shakira, como si sus letras fueran más dignas de escucharse. Estos momentos se antojaban para la voz de un narrador, leyendo los pasajes correspondientes. Es una solución obvia y poco elegante, pero habría rescatado lo verdaderamente importante: las palabras de Gabo, y así, le habrían convidado a una cinta intrascendente un pedacito de inmortalidad.
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