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Ciudadano invisible

Ernesto Ramos Cobo

De haber sabido que así lo iban a tratar ni siquiera lo hubiera puesto. Pero lo hice sin pensarlo dos veces y lo puse dormido con los ojos cerrados y tapado con periódicos por aquello del frío. Parece un momificado hombre de yeso acostado en la banqueta durante todo el día. Pesa un poco más que yo y está descalzo y tiene uñas de cristal. Como duerme todo el día ya comienza a molestar a los policías. Así es esta colonia. Siempre rechazando que merodeen pordioseros apestándolo todo y aunque éste ni huele, creo que ya anda molestando a los encopetados. Le sacan la vuelta sin verlo, aunque saben de sobra de su presencia invisible. Él es un no existente más y porque no se mueve y porque no gasta, entonces existe menos. El otro día unos chicos salieron de la escuela y al verlo tirado, le escupieron y le aventaron colillas, mas no lograron moverlo ni un centímetro.

Siempre aprovechándose de sus ropas roídas y de sus barbas crecidas. Aprovechándose de su silencio aunque sepamos de sobra que por más que grite nunca será escuchado. Los oídos son para los otros. La justicia es para los otros. A veces imagino que se levanta a patear algo. Pero no. Nunca hace nada. Qué bueno que lo puse en esa posición fetal. Así se tiene sólo a sí mismo y sólo sus brazos lo protegen de la lluvia. Menos mal que le puse ese gorro de yeso de líneas rojas. Sus pelos sucios asquearían a los encopetados y seguro vendrían los azules. Correría el riesgo de que lo escondieran y lo dejaran inmóvil en algún otro lado.

Prefiero dejarlo discreto pareciendo real. Así por lo menos causa lástima y así por lo menos causa indiferencia y así por lo menos nadie le hace caso y puede quedarse más tiempo recibiendo lluvia con sus ropas blancas ya manchadas. A veces lo veo desde mi ventana y me parece una mancha blanca desolada y encogida en la banqueta; sí… encogida.

Algunos peatones saben que no respira, que no participa, que no se enfada y como creen que también él es uno de tantos otros, sin reservas le dan patadas. A veces pienso que es mejor que sea así. O por lo menos es más humano… Si él tuviera los ojos abiertos y si acaso intentara hablar, seguramente le escupirían aún más por andar tratando de ganar espacios. Mejor me conformo con que sea uno más entre tantos otros destinados a la invisibilidad. Aunque lo sea de otra forma. Aunque nunca coma ni beba ni respire. Mejor me conformo con que todos los peatones pasen y le den la vuelta y regresen y vuelven a irse y siempre invisible allí, recibiendo patadas y dormido bajo la banca generando indiferencia. Tan humano se ha vuelto en estas últimas semanas que ni siquiera reparan ya en su existencia.

Ya alguien lo orinó y lo llenó de gargajos. El río retomando su cauce. Menos mal que lo puse bajo una banca y que lo hice de cemento cubierto de yeso. Porque sin duda, si fuera verdadero, ya se hubiera marchado a otro lado muerto del aburrimiento.

ramoscobo@hotmail.com

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