Dificultad para muchos mexicanos en definir su identidad. Hay quienes hoy detestan a los españoles, por conquistadores y quienes a los indios, por vencidos. Habríanse de estudiar los fundamentos culturales de unos y otros, sus coincidencias y discordancias. Nuestros conocimientos son pobres y desestiman tiempos, espacios e historia de cada grupo en pugna.
La unificación de los pueblos que habitaban la Península Ibérica, continuamente conquistados por etnias diferentes cuyos señoríos cambiaban de la noche a la mañana, no se dio hasta la caída de Granada, mora y judía, en 1942 por la corona de Castilla, lo que produjo una expulsión masiva de los vencidos o su conversión forzosa al catolicismo. Siendo más cultos los vencidos que los conquistadores, creo que éstos se perdieron de verdaderos avances en conocimientos, tecnologías, arte, arquitectura, etc.
En este mismo año Colón descubre para España un nuevo continente, prometedor de riquezas sobre todo de oro. Continuó y se hizo presente la conquista armada.
Los mexicas, peregrinos por más de cien años en búsqueda de un lugar donde asentarse, fueron mal vistos, si no rechazados, por los señoríos más cultos existentes alrededor del islote donde permitieron que aquéllos se acomodaran. Después, siendo éstos buenos guerreros, los señores descendientes culturales de toltecas, teotihuacanos y aun de olmecas, los alquilaban como mercenarios para sus propias incursiones bélicas. Por fin, los mexicas comenzaron a mezclarse por matrimonios y adquirir los bienes disfrutados por estas culturas más consolidadas, productoras de escritura, arquitectura, técnicas y oficios llevadas al preciosísimo, preocupadas filosóficamente por la vida y por la muerte, por expresarse delicada y poéticamente, por los ciclos naturales contabilizados a perfección, etc. Los mexicas, de mercenarios ascendieron a conquistadores.
Existieron además culturas y lenguas maya, quiché, tzeltal, tzotzil formando una familia; y mixtecas, zapotecas, mixes, otomíes, totonacas, tarascos, etc., en muchos momentos interinfluenciadas. A fuerza de ser finalmente hegemónicos, los aztecas y su lenguaje, el náhuatl, recogieron por escrito en sus Códices, la más rica herencia literaria indígena. La mayoría de estos Códices está y se conserva en diferentes naciones europeas y Estados Unidos; los menos en México. Los estudios sobre ellos han permitido conocer la complejidad de estas culturas.
Solía enseñarse en la escuela actual como justificante de la Conquista, que los españoles nos trajeron lenguaje y religión, cuando obviamente los moradores nativos ni eran mudos, ni ateos. Si a los hombres blancos chocaban los sacrificios humanos rendidos a los dioses, pensándolos crueles, es que no se fijaban en las crueles matanzas que ellos hicieron justificadas por la salvación de las almas: sacrificios por Dios. ¡Qué pena que nuestro sistema educativo se quede en slogans y no enseñe a analizar, contextualizando hechos, personajes, intereses, en tiempos y espacios!
Por eso andamos mundialmente en los últimos lugares en educación. Sin capacidad de análisis y pobre vocación por el conocimiento, ¿con quién tenemos que identificarnos o con qué si desconocemos la realidad?
No sé, si finalmente el odio por vencidos y vencedores, sea una traducción de nuestra actual minusvalía versus todos quienes nos han conquistado y lo siguen haciendo que justifican sus intervenciones con el pretexto de la democracia, del progreso, del desarrollo, la creación de empleos, etc. y esconden su interés por su propia ganancia y la acumulación de su poder. Del dicho “los mexicanos van al norte persiguiendo el Sueño Americano”, aclaro: “quien padece miseria va a donde cree que encontrará paliativos a ella” o, ¿es que el mexicano, huérfano de horizontes, ya no es capaz de luchar por un Sueño Mexicano? ¡Qué tristeza patria!
Entre las cosas importantes registradas por nuestros antecesores indígenas estaba el agua. Me acojo a lo que escribe don Miguel León Portilla, extraído del Códice Florentino, en su libro “Literaturas Indígenas de México” Editorial F.C.E. 1992, sobre lo que dice la mujer partera a un niño en su nacimiento: “Has venido a la Tierra. Te ha enviado tu Madre, tu Padre, el Señor y la Señora de la Dualidad. Has sido forjado, perfeccionado en su casa, en el Omeyocan, Lugar de la Dualidad, la que está por encima de los nueve pisos celestes. Te hizo donación el Dueño del Cerca y el Junto, Quetzalcóatl. Acércate ahora a la Madrecita, la Señora de la falda de jade y a Él que brilla con resplandores de jade”.
Luego ella (la partera) hacía gustar el agua (al recién nacido), le decía: “Toma, recibe, he aquí con lo que vivirás, te mantendrás vivo en la Tierra. Con el agua reverdecerás, crecerás. He aquí lo que nos ha sido merecido; ésta es con lo que vivimos, nos mantenemos en la Tierra”.
Luego tomaba a la criatura con los dedos en su pecho y le decía: “He aquí el agua verde azulada, el agua amarilla, la que lava, hace resplandecer a tu corazón…”.
Todo el ciclo de la vida dependía del agua, por ello Tláloc, Dios del Agua, era una divinidad mayor.
“Cuando alguien moría, se envolvía su cuerpo en tiras largas de papel amate. Colocado el cuerpo montourio en posición vertical, se pronunciaban delante de él las palabras rituales. Sobre su cabeza se derramaba un poco de agua y se le decía: “Esta es el agua con la que habrás de caminar”… “y colocábanle entonces el jarrito entre las tiras de papel que envolvían el cadáver”.
El mundo comenzó, según la Leyenda de los Soles, en la edad cósmica de Atl-tonatiuh, el Sol de Agua y terminará en el Sol de Movimiento (actual) en el que habrá movimientos de tierra y hambre.