Vaya Madrazo
Cuando se tiene la oportunidad de viajar a otros países y la plática con habitantes de diversos lares se profundiza, es indignante percatarse de la percepción que de nuestra nación generalmente se tiene y no va por el lado de la belleza innegable del territorio, la gastronomía, la hospitalidad o la economía, simplemente se nos conceptúa como un país de corruptos.
Desgraciadamente, la corrupción en México no es un problema de dádivas; es una actitud que se ha infiltrado en todo el tejido social convirtiéndose en un estilo de vida. “El que no transa no avanza” reza un dicho que tiene aplicación práctica en el día a día entre nosotros y dificulta el hablar de valores y honestidad a nuestros jóvenes.
¿Cómo transmitir un mensaje esperanzador, basado en principios y normas éticas a muchachos en la flor de la vida, cuando lo que ven a su alrededor es un cochinero?
Con razón se quedan viendo como si esos temas estuvieran pasados de moda o les habláramos de tomar clases de Tango o algún anacronismo parecido.
Hace unos días un atleta mexicano corrió la Maratón de Berlín ganando el primer lugar en su categoría; esto no sería una noticia de primera plana pues ya son miles los compatriotas que practican las carreras de fondo y que se las ingenian para obtener los recursos para participar en los grandes eventos de este tipo, solo que no era un paisano común y corriente; se trataba de Roberto Madrazo, político mexicano y candidato del PRI a la Presidencia de la República en la pasada contienda electoral.
El hombre que gobernó su natal Tabasco, (Edén donde nació mi madre), dirigió con mano de hierro a su partido hasta convertirse, contra viento y marea, en su candidato, el padre de familia, el corredor asiduo y el atleta recurrente, resultó ser un tramposo.
Los controladores de la carrera, que no son tontos ni comprados, perdieron el rastro de don “Rober” desde el kilómetro 20 hasta el 35; ¡nomás 15 kilómetros se comió el angelito! Reapareciendo para trotar el resto de la carrera y llegar, triunfante a su destino, como lo demuestra la evidencia televisiva.
Sólo que no contaba con la astucia de los organizadores y creyó, como muchos tramposos, que en la vociferante, colorida y sudorosa multitud su presencia no sería echada en falta. Pero Madrazo recorrió, según el registro, 15 kilómetros en 21 minutos lo cual le bastaría para darles batería hasta a los keniatas y etíopes que suelen ganar este tipo de justas y bajó, así de sopetón, ¡una hora su récord! Ni duda cabe que se alimenta de frutas y verduras.
Ahora sale a ofrecer una explicación que lejos de exonerarlo, lo deja aún peor parado, ya que afirma haber corrido lesionado, parar esos metrillos que seguramente recorrió en taxi y cruzar la meta sólo para recoger su ropa. ¡Caray! No sabía yo que un atleta lastimado pudiera terminar una carrera impecablemente ataviado hasta con bufanda y levantando triunfalmente los brazos.
Lo único positivo de este episodio es constatar la indignación de los millones de mexicanos que luchan a diario por romper paradigmas, construir puentes de credibilidad y devolver el brillo de la honestidad a este maravilloso país. Al tramposo, donde sea, hay que darle un madrazo.