CONFUSIÓN.
Decía un antiguo y querido profesor, allá en los lejanos tiempos de la secundaria en el Instituto Don Bosco, Óscar Macías, en el colmo de la desesperación ante alumnos omisos o francamente tapados: “no confundan los conceptos”.
Efectivamente, es fundamental en la vida tener claros los conceptos, puesto que de esa manera se puede adquirir el conocimiento; dicho de otra manera, si los fundamentos no están perfectamente clarificados, los cimientos son endebles y el resultado final será, si no malo, por lo menos poco satisfactorio.
El encuentro jugado la noche del miércoles en el Coliseo de Los Ángeles entre la Selección Mexicana y su similar de Guatemala sirvió, exclusivamente, para demostrar que los jóvenes tricolores no tienen claros los conceptos.
Ser seleccionado implica un alto honor que debe entenderse como tal; fuera del evidente “manoseo” de jugadores que este intrincado proceso capitaneado por Hugo Sánchez ha traído, el futbolista debe percatarse de la importancia del ejemplo vivo que representa para los aficionados al balompié y obrar en consecuencia.
Actitudes como la de Giovanni, saliendo del elevador en el hotel de concentración escoltado por dos elementos de seguridad, además de mamila, contrasta con la sencillez de Memo Ochoa, por ejemplo.
En la cancha, los jugadores confundieron la garra, el pundonor y la entrega con el descontón aleve, la patada asesina, el codazo gandalla y el cabezazo barriobajero, y esto es independiente del clásico “ellos empezaron”, ya que resultó evidente que los guatemaltecos diseñaron su partido para provocar a los verdes, y éstos, por la confusión en que se hayan sumidos, cayeron redonditos.
La mística que Hugo pretende imbuir en sus dirigidos debe clarificar que no es lo mismo ser valiente que valentón, que la personalidad no se demuestra encarando al rival y que meter la pierna a veces puede resultar contraproducente, sobre todo cuando técnicamente eres superior.
Es con el balón en los pies, un planteamiento táctico claro, una condición física que tumbe cualquier barrera y una cabeza fría hasta el punto de la congelación como se puede contrarrestar a un rival dispuesto a comerte el hígado en chilpachole, exactamente como los rivales que van a enfrentar en las eliminatorias.
Lo del joven Villaluz tiene, en lo confuso de la jugada, alguna explicación pero la expulsión de Gonzalo Pineda es a todas luces injustificable pues no se trata de ningún novato y su historia reciente lo exhibe como un tipo que no sabe controlar sus emociones.
Al respecto, recordar que en la liguilla pasada lo echaron frente al América por dar un codazo muy similar al de media semana y salió de la cancha haciendo la seña de que se había dado dinero al cuerpo arbitral, lo que además le costó no iniciar este torneo.
En fin, que el cuerpo técnico del Tricolor deberá entender lo mucho que está en juego en las eliminatorias que se avecinan y adiestrar a sus muchachos para no caer en el garlito del juego violento. Si las conclusiones del juego del miércoles incluyen esto, la experiencia no habrá sido en vano.