LA CÉDULA.
La Cédula es el documento oficial que ampara el nombramiento de un árbitro para fungir como juez en un encuentro de futbol; en ella aparecerán también los nombres de los jugadores que participen en el cotejo, los suplentes y las sustituciones, los anotadores de los goles, el marcador final, los amonestados y expulsados así como las causas que dieron origen a la sanción y, finalmente, los incidentes que hayan acontecido en el encuentro.
El fundamento reglamentario de la obligación del colegiado de hacer llegar este informe a las autoridades de la competición de que se trate, está contenido en la Regla V de las leyes del juego aprobadas por el Internacional Board, que a la letra dice: “Tomará nota de los incidentes en el partido y remitirá a las autoridades competentes un informe con datos sobre las medidas disciplinarias tomadas contra jugadores o funcionarios oficiales de los equipos y sobre cualquier otro incidente que haya ocurrido antes, durante y después del partido”.
La Cédula es pues, el acta oficial del juego y tiene una validez suprema, por ello resulta de vital importancia que el árbitro la redacte con serenidad, claridad y sobre todo, veracidad.
De igual forma es un documento personalísimo, pues al ser la radiografía reglamentaria del cotejo, sólo el juez que dirigió el mismo tendrá acceso a la redacción de tan importante libelo, debiendo auxiliarse sólo de sus colaboradores, es decir, árbitros asistentes y cuarto oficial, señalando la información que ellos le proporcionen.
La creencia popular es que el árbitro es quien castiga a los jugadores que infringen la Ley en base a la famosa Cédula, lo cual es inexacto, ya que es el informe remitido a la Comisión Disciplinaria lo que dará pauta a las sanciones que el propio organismo contempla en su reglamento punitivo.
El tema de la Cédula arbitral viene a cuento por los incidentes que se han presentado últimamente en nuestro balompié y donde el informe del nazareno adquiere una relevancia fundamental y es ahí donde se está fallando, pues los datos en él asentados no resultan del todo claros, en la mayoría de los casos.
Como botones de muestra están los reportes de aquel balonazo que le propinó Bruno Marioni al árbitro Miguel Ángel Chacón donde se omitió la palabra “agresión”, el empellón de Jesús “Cabrito” Arellano sobre Gabriel Gómez en que se falsearon y exageraron los hechos y lo acaecido apenas el domingo en Pachuca, cuando al término del partido entre Tuzos y Pumas hubo una aparente agresión del público sobre el cuerpo arbitral encabezado por Paul Delgadillo.
En los tres casos hay un común denominador: la demora en la redacción del acta del juego y la intromisión de personas ajenas a la cuarteta arbitral en la elaboración del mismo.
El asunto es de una gravedad extrema, pues de esa indebida intervención se desprendieron sanciones menores de las que cabría esperar por la magnitud de los hechos.
El caso de Pachuca es serio pues si el reporte consigna “agresión del público”, el veto a su cancha sería automático y tendría efecto para el juego de repesca ante Cruz Azul; también se habla de un golpe accidental con una cámara de la televisora que cubre a los Tuzos y que lesionó a uno de los asistentes, pero lo cierto es que se ha dejado demasiada manga ancha para la especulación y el manoseo.
Por el bien del futbol, hay que hacer respetar la Cédula.