Justo el primer artículo que se me publicara en este mismo espacio al inicio del presente sexenio planteé que el problema que debía encarar primeramente y con mayor fuerza el presidente Calderón era justamente el combate frontal a la delincuencia organizada.
La lógica que subyacía en tal aseveración partía de la premisa respecto de la degradación de la vida social en diversas ciudades y regiones de nuestra patria por efecto del enseñoramiento que los capos del narcotráfico mantenían y por sus repercusiones en la degradación de la ética de los funcionarios públicos que la colusión con este cáncer estaba trayendo consigo y la otra degradación social por efecto del narcomenudeo.
Pero además sostenía yo que la agenda de las preocupaciones de nuestros principales socios comerciales a nivel internacional: Norteamérica y Unión Europea tenía como prioridad justamente el tema de la seguridad pública por efecto de la acción del terrorismo ideológico y del narcoterror, en sus propios países y por ello la exigencia al gobierno mexicano para un esfuerzo aún mayor en combatir con mayor eficacia ese flagelo contemporáneo.
Felipe Calderón ha acometido con enormes riesgos, esta prioridad de su Gobierno, empeñando para ello el riesgo no sólo personal sino también institucional por el desgaste de los cuerpos de seguridad pública, el Ejército y la Marina.
El combate desplegado ha suscitado muchos muertos y heridos; amenazas directas e indirectas contra funcionarios públicos; críticas de los partidos de la Oposición, principalmente el PRD y en ocasiones también el PRI que hacen ver que dicho esfuerzo es impotente y está cayendo en el fracaso.
Creo sin embargo, que este es el momento de cerrar filas con las instituciones nacionales: con los tres Poderes de la Unión, con el Ejército y la Marina: con tantos mexicanos valientes que se han tomado en serio el combate frontal a la delincuencia organizada y que por lo mismo salen todos los días de su casa a sabiendas de las muchas posibilidades de que un atentado cobarde ponga fin a su vida ese mismo día.
En Colombia se llevó a cabo un esfuerzo conjunto que incluyó a todos los grupos de la sociedad en el combate a las mafias del narcotráfico y a las alianzas que éstas fraguaron con los guerrilleros urbanos y rurales. Los resultados se están viendo poco a poco a pesar del gran esfuerzo conjunto que desde hace ya varios años se ha desplegado.
En México por tanto nos queda mucho camino por recorrer todavía, para comenzar a ver resultados que satisfagan al conjunto de la sociedad, al considerarlos logros palpables en el combate al crimen organizado. De ahí que ese clima de apoyo al esfuerzo de tantos y tantos policías, soldados, jueces y magistrados, celadores y funcionarios públicos que por su conducta intachable y su valentía al acometer esta auténtica guerra, literalmente se están jugando la vida todos los días, no puede dejar de sostenerse por el conjunto de la sociedad, independientemente de posiciones partidistas.