En unos cuantos días, mi ciudad o más bien los que en ella habitamos, fuimos presa del miedo y en algunos casos hasta del pánico.
Los acontecimientos violentos de los días pasados nos afectaron seriamente. No hubo lugar al que llegáramos en el que no se hablara de lo sucedido.
La información, corregida y aumentada, viajaba a una velocidad impresionante. No había necesidad de esperar a la información periodística, vía telefónica las noticias corrían por toda la ciudad como reguero de pólvora.
Pero, sobre todo, el miedo había hecho presa a la gente. Y yo no entendía, cómo opera este mecanismo sicológico, de manera que me aboqué a pedir asesoría.
Dicen que más importante que saber, es tener el teléfono de los que sí saben. Así que le hablé a mi estimado amigo el doctor en sicología Ariel González Alanís, para que me explicara el fenómeno y cómo combatirlo.
Por su conducto me enteré de que el impulso vital del hombre, que es la conservación de la vida, se ve seriamente amenazado con acontecimientos como los que hemos vivido y se genera un estado mental de alerta que nos puede conducir a dos situaciones:
O reaccionamos contra lo que nos amenaza, tratando de destruir esa causa o nos paralizamos por el miedo.
La nuestra es una comunidad joven, sin profundas raíces a las que la gente se pueda asir. De manera que recurrimos a símbolos o personas que consideramos invulnerables y cuando éstas se tornan vulnerables, nos sentimos en total estado de inseguridad o vulnerabilidad.
Al derrumbarse nuestros puntos de referencia, necesitamos restablecerlos o sentir que la autoridad está combatiendo efectivamente a aquellos que los afectaron.
La causa de nuestro miedo debe tener cuanto antes, cara y nombre. Quiénes son los que están atentando contra nuestra estabilidad y cómo los vamos a combatir.
Se ha generado una sicosis colectiva. Se tocaron personas que creíamos eran intocables y nuestros puntos de referencia en materia de seguridad se están derrumbando.
El miedo conduce a la huida o a la agresión. ¿Hacia dónde se moverá nuestra sociedad?
Tenemos que aceptar que este asunto no es sólo un problema de la autoridad gubernamental. Es de todos y todos tenemos que coadyuvar a su solución. La tranquilidad debe volver al pueblo, pues ahora nadie se siente seguro.
Tenemos entonces que identificar en dónde está el mal y enfrentarlo colectivamente.
Hasta hace poco tiempo, éramos una sociedad demasiado confiada y complaciente. No importaba de dónde provenía una persona. Si traía dinero era bienvenida en todos los círculos. Festinábamos el dispendio de recursos, sin indagar sobre su origen.
Si una persona comenzaba a derrochar dinero no cuestionábamos su actividad. Nadie se preguntaba, como en el conocido corrido, “en qué trabaja el muchacho”.
Tenemos además que sumar seguridades para enfrentar el miedo colectivo. Extremar precauciones y rehuir el contacto con aquellos cuyas actividades nos son desconocidas. No aceptarlos sólo porque de alguna manera nos comparten su riqueza. Debemos apelar al conocido dicho aquel que reza: “No somos machos, pero somos mucho”.
Los grupos de poder deben organizarse para crear un mecanismo de seguridad, en vez simplemente de criticar el estado en que vivimos.
Los ciudadanos debemos organizarnos para denunciar cualquier actividad extraña que suceda en nuestro entorno.
Debemos también tener cuidado de no enfocar nuestras baterías hacia “chivos expiatorios”, porque corremos el riesgo de cometer injusticias o crear un estado mayor de sicosis.
Dejémonos de chismes e inventos. Valoremos justamente los hechos, con la ecuanimidad necesaria como para poder actuar en consecuencia y efectivamente.
No aceptemos que le endilguen a Torreón, como regalo por sus cien años, una era de miedo y terror.
Somos una sociedad que lucha incansablemente y se crece frente a la adversidad. De una voluntad inquebrantable.
Demostremos que no permitiremos que nada nos robe la calma. Pero, hagámoslo en forma conjunta y coordinada. Sin trasladar completamente las responsabilidades y asumiendo la parte que nos toca.
No permitamos que el miedo nos paralice o nos conduzca a la huida. Esta es nuestra ciudad y debemos defenderla con todo cuanto esté a nuestro alcance.
Sólo así, podremos superar este estado de cosas.