LAS PARADOJAS DEL DINERO...
No cabe duda. El dinero es un imán hechicero, atractivo y muy poderoso. Peligroso como pocas cosas y, al mismo tiempo, tranquilizador.
Cuando nos referimos a él, se produce una incómoda dualidad: lo condenamos como si su presencia nos impidiera identificarnos con los valores fundamentales —morales, espirituales, sociales y éticos— y, paradójicamente, tememos no tenerlo o no poder mantener nuestro ritmo de vida.
Hablar de él o darle mucha importancia nos incomoda, se considera de mal gusto, nos parece un burdo materialismo, sin embargo, el dinero nos permite subsistir y elevarnos en bienestar, y tiene una fuente original: el trabajo. Por eso, trabajamos como locos para obtener el éxito y los bienes que éste conlleva para nosotros mismos y para nuestros hijos. Pero al conseguir ese éxito, vienen añadidos una serie de conflictos y nos damos cuenta de que no aparecen ese placer y felicidad que creíamos poder alcanzar.
Esta dicotomía nos mantiene atados a cadenas imaginarias y, con frecuencia, ligados a trabajos o relaciones que no nos gustan.
Algunas de estas paradojas:
a) Las investigaciones muestran que consideramos importante el contar con un capital para lograr una sensación de bienestar. Al mismo tiempo (haya o no haya lo suficiente), ésta es la fuente principal de tensiones, resentimientos, incluso separaciones dentro de una pareja. El origen del conflicto, con frecuencia, no se debe a una carencia económica, sino a una lucha por el poder.
b) Se ha comprobado que las mujeres son más responsables en el manejo del dinero que los hombres. Están más preocupadas por el pago puntual de las cuentas, por saldar las deudas, y por la seguridad financiera en el futuro. Si bien gastan con más facilidad, les genera culpa dedicarlo a su persona porque, en el esquema tradicional, el gasto debe estar relacionado con el bienestar de su familia.
c) Lo que importa del dinero es lo que podemos conseguir con él. Lo que con frecuencia no vemos, es que ganar el dinero nos exige un precio: invertir nuestro tiempo. Se establece así una eterna dicotomía entre las necesidades, el tiempo y la familia. Tiempo que dejamos de ocupar en lo que decimos que está en primer lugar en nuestra lista de prioridades y, aunque éstas sean claras, las opciones se comienzan a limitar.
d) Hay mujeres educadas, preparadas, que dejan el control del dinero por completo a sus esposos; no se enteran de cuánto ni dónde lo tienen, no saben realizar operaciones bancarias, ni se ocupan de un plan de ahorro personal. No piensan que el día de mañana “todo puede pasar” y, así, su seguridad financiera quedará desprotegida por ignorancia o elección voluntaria.
e) Muchas personas viven y trabajan no sólo para solventar las necesidades básicas de la supervivencia, sino para satisfacer un estilo de vida determinado, un celular, un coche de lujo, vestir de tal manera, etcétera. Así, las deudas adquiridas vía tarjetas de crédito, crecen y crecen... Por otro lado, el sentimiento de insatisfacción permanece, y las necesidades se vuelven cada vez más sofisticadas y los convierten en “carenciados” permanentes. Es una rueda que no se detiene.
Si permitimos que el dinero sea la principal medida del éxito, siempre encontraremos modos de que sea insuficiente. Me parece que atar nuestra valoración y nuestra felicidad a lo que el dinero puede comprar es un juego peligroso que nos encadena a las cuentas bancarias, y sobre todo, despoja de valor a nuestra vida. ¿No crees?