Las organizaciones complejas como son las instituciones educativas, donde la necesidad de plantear de qué forma convertirnos en organizaciones maduras, inteligentes, con enfoques estratégicos y con visión prospectiva, nos lleva a considerar como impostergable la generación de este cambio.
En este caso el aprendizaje organizativo debe conceptuarse como un proceso social de profundas interacciones individuales, que tendrá siempre como objetivo y como resultado esperado la producción de nuevos conocimientos como organización; entendiéndose esto como la deseable convergencia de saberes dentro de la escuela y donde todo el personal debe desarrollar modelos de participación acordes con las exigencias de un entorno cada vez más demandante y competitivo; todo lo anterior con la finalidad de tomar decisiones de manera oportuna, que finalmente es lo que nos vuelve estratégicos.
Las organizaciones aprenden, cuando habiendo socializado la necesidad de cooperación para la transformación, se vuelven sensibles a las demandas del entorno y pueden utilizar el saber adquirido para incrementar la efectividad de sus respuestas, así como para detectar errores y ser capaces de responder con creatividad. (Domingo Segovia, J. España, 2000).
Bajo estas perspectivas la propuesta es la transformación del Sistema Educativo Nacional, a partir de planteamientos tan importantes como los siguientes:
Privilegiar la premisa de que el capital más importante de una organización, no tiene que ver únicamente con lo económico–productivo–financiero, sino con la obtención del capital social, del capital humano e intelectual.
Generar competencias en una organización inteligente es “hacer” con creatividad, es generar ideas, es capitalizar intelectualmente.
En las organizaciones educativas, el profesor debe dejar de ser “informador” para convertirse en formador, en tutor; debe acceder al uso de herramientas metodológicas innovadoras, al uso de tecnologías, lo que le permitirá potenciar su trabajo.
En la academia sabemos que la gente más calificada, desgraciadamente va al mundo laboral, no se queda en el mundo educativo.
La estrategia más importante, desde mi punto de vista, para cambiar hacia una organización educativa que aprende, es la de reconceptualizar y resignificar la función del profesor, cambiar hacia “El maestro que aprende”. No se refiere a tomar al docente como alumno, es más bien pensar la formación del profesorado como una compleja construcción de saberes, inagotable en enfoques, conocimientos, metodologías, teorías, etcétera, por medio de las cuales el maestro estará aprendiendo permanentemente.
Hacer consciente la ignorancia del maestro es ir más allá de la capacitación, de la actualización, de la formación como concepto generalizador; es ponerlo en una posición que le permita ubicarse, que lo habilite y lo enfrente a la perspectiva de su propia práctica docente.
El planteamiento del “maestro aprendiz” suele utilizarse solamente en la preparación profesional docente, es decir en la formación inicial, donde se hace referencia al “alumno–maestro”, pero una vez egresados se convierten rápidamente en profesores frente a grupo. La cuestión es que, a pesar de que el enseñante sigue aprendiendo cuestiones ligadas a su oficio, ya que aprende en la escuela, de sus colegas, sus alumnos, sus grupos y bajo circunstancias que poco tienen que ver con el aprendizaje y la educación formal, por lo que no se privilegia la formación permanente.
¿Cómo facilitar el aprendizaje continuo de los maestros; cómo lograr que enseñen mejor?
Considerar a la docencia como una actividad que requiere, además de conocimientos y estrategias metodológicas, un aprendizaje de oficio ligado a la acción que realiza: el maestro aprende a enseñar enseñando, pero también aprende y aprendió a enseñar aprendiendo cuestiones ligadas al oficio durante su trayectoria escolar.
Los docentes no sólo enseñan actualizando contenidos y técnicas que hayan podido aprender, sino que su forma de enseñar está muy ligada a sus orígenes, a sus marcos de referencia. El maestro necesita saber lo que va a enseñar, necesita saber cómo enseñarlo, pero además “Los docentes actúan de acuerdo a sus creencias y mecanismos adquiridos culturalmente por vía de la socialización” (Gimeno Sacristán, España 1997). Ya en la práctica, las influencias informales de la socialización profesional son más decisivas que las formales.
La propuesta va encaminada a revisar profundamente las condiciones en que está dada la formación docente (tanto inicial como permanente), basándola en el logro de competencias pedagógicas y enfocadas hacia un maestro que aprende como piedra angular del cambio deseable hacia las organizaciones inteligentes.
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