Los veo sonrientes en el Vaticano, la ciudad eterna, la santa sede de la Iglesia Católica y obviamente residencia del Papa, de pie alrededor de Benedicto XVI, al presidente Felipe Calderón, su esposa y sus tres retoños. La cara de los mexicanos reflejaba, a mi modo de ver, la satisfacción por encontrarse en un sueño convertido en realidad. Es una familia católica por lo que la emoción debió ser sensacional. De los invitados el ausente sería el vapuleado líder del Partido de Acción Nacional, Manuel Espino que no asistió debido a que, se dijo, perdió el vuelo de conexión en Nueva York. Tampoco se encontraba dentro de la comitiva el presidente del PRD. Ha de provocar una gran emoción tener la dicha de ser recibido por la Guardia Suiza Pontificia compuesta en esa ocasión por 12 soldados ataviados con trajes de gala amarillo, azul y rojo. Entre otros, al asomarse por la ventanilla, pudieron ver a los sediarios que antiguamente llevaban al Papa en andas, -creo que el último que vimos dando la vuelta a la plaza, cargado por los sediarios, con la tiara sobre su testa, fue al Papa Juan XXIII-.
El Papa de Roma es Sumo Pontífice, Santo Padre, Su Santidad, Sucesor de San Pedro Apóstol, Vicario de Cristo en la Tierra, Rey de Reyes y Señor de los Señores, Padre de los Príncipes y los Emperadores y Obispo de Roma.
Creo que el presidente Calderón estaba consciente que los cumplidos deberían consistir en cosas de poco monto económico, por lo que regaló a su anfitrión unos finos candelabros de cobre, artesanías elaboradas en Michoacán, seguramente de Santa Clara del Cobre, donde existe una iglesia a la que hay que entrar bailoteando por que dicen que el santo, ¿San Pascual Bailón?, que la preside le gusta, a manera de homenaje y litúrgico reconocimiento. Hubo intercambio de obsequios. Un osito de peluche y una foto en que la familia se abraza, tomada el día en que Calderón ascendió al cargo. El Papa regaló a Calderón la medalla del Pontificado, en un estuche ribeteado en bronce. A la esposa y al resto de la delegación un rosario por cabeza. Luce el presidente y su cónyuge el divino tesoro de la juventud, están creando aun a sus pequeños vástagos. Qué diferencia cuando el Papa anterior recibió al matrimonio presidencial uno a uno, es decir por separado, los que luego se tomarían una foto besándose, teniendo al fondo la Basílica de San Pedro. El actual no se inclinó a besar el anillo papal dado que es el jefe de un Estado laico sin que hubiera desdoro en su trato con el Papa y sin hacer a un lado sus convicciones religiosas. El presidente, originario de Michoacán, como no queriendo la cosa, describió al prelado español Vasco de Quiroga, aprovechando la visita, contando su labor evangelizadora en la Nueva España, fundando en 1537, apenas unos años después de consumada la Conquista, el Colegio de San Nicolás en Pátzcuaro, dictando medidas económicas de protección a los aborígenes, enseñándoles distintos oficios, recalcando que era un santo aún no canonizado. El llamado Tata Vasco hizo obras pías durante su vida al lado de los indios tarascos dejando una profunda huella de su paso.
Hermosa foto, bello gesto, en que se trataron varios temas. Lucha contra el narcotráfico, la contaminación del medio ambiente y el tiempo transcurrido a partir del establecimiento de relaciones de nuestro país con el Estado Vaticano, según los resumió a la prensa la Secretaría del Estado Vaticano, por conducto de Tarsicio Bertone. El presidente manifestó, en breve charla con los reporteros, estar satisfecho porque, dijo, coincidieron en la preocupación sobre la inseguridad que afecta a México y sobre la migración. Hubo otra materia, el ejercicio de los derechos religiosos, en conversación con Bertone mostrando una especial preocupación de la que tuvo conocimiento el presidente. Nada se habló de la despenalización del aborto ni de las sociedades de convivencia y si acaso se hizo no trascendió a los medios. Nada dijeron al respecto ni el vocero del Vaticano, ni el presidente, por lo que puede decirse que estos temas no fueron abordados.
Olvidaba señalar que tanto la esposa del presidente como la canciller Patricia Espinosa vestían de riguroso negro, con falda debajo de la rodilla y una mantilla negra en la cabeza, no como el chal que usaban cubriendo el total de la cabeza las mujeres que hace algunos años asistían aquí a misa no dejando ver el cabello, en el que a veces escondían la cara entre sus pliegues, los hombres de traje también en negro, todo ello con base en acatamiento al protocolo del Vaticano.
Algo que creo debió estar sobre la mesa se pasó de largo como si no existiera. La pobreza. Nada se dijo a este respecto. La miseria lacerante, alrededor de cincuenta millones de mexicanos. Nada dijo el presidente ni lo mencionó la gente del Vaticano. Apenas el mandatario había abandonado el Vaticano aconteció que en el transcurso de la audiencia pública cuando el Papa se dirigía al lugar en que tendría efecto, sufrió sin darse cuenta un atentado cuyas consecuencias dejan mal parados a sus guardaespaldas siendo detenido quien brincó por encima de la valla antes que pudiera acercarse al Papa, quien ni cuenta se dio del incidente.
Es común que en estos casos se intente disminuir el impacto de lo que pudo ser una agresión y se diga que se trataba de un acto de locura. Lo cierto es que nada se sabe más allá del que captó la cámara de video, por lo que mejor será no especular.
Bien, de los integrantes de la comitiva que acudió a saludar al Papa no se supo de personajes que antaño eran subidos a carro del presidente, viajando de “gorra” a cuenta del erario. Era un dispendio de recursos que parece no ha sucedido en esta vez, lo que son puntos a favor del mandatario.
En fin, no está por demás un poco de olor a cera, a incienso y a santidad.