Se puede tener cara dura o cara de perro, pero eso de tener los dos ojos de un solo lado y del otro una bocaza que por más que corro no me la alcanzo; es inaceptable.
Porque vamos a ver ¿cómo me presento yo delante de la gente con aspecto de cuadro de Picazo en su mejor momento cubista? Asegura mi doctor que dentro de unos seis meses voy a quedar chulidivina, pero en medio de tan grave quiebre existencial, a lo más que puedo aspirar es a ser una réplica de la Princesa Fiona, pero en feo.
Estando así las cosas sólo me queda buscar refugio en mi pequeño invernadero que con su techo de cristal me permite disfrutar de la lluvia sin mojarme, y alejada de las flores que marchitan de susto cuando me acerco; moverme entre la benefactora hierbabuena, la albahaca, el orégano y el romero, que siendo menos sensibles resisten mejor mi cara de Hallowen.
Ni modo, aprovecho el encierro para aplicarme mascarillas de sábila y fomentos de manzanilla; y si no fuera por el síndrome de abstinencia que me generan los once días, siete horas, treinta minutos y doce segundos que llevo sin comprar nada; todo iría bien.
Endulzo mi soledad con chochos de árnica y el mundanal ruido sólo me alcanza a través de la prensa que tempranito se desliza bajo mi puerta para mantenerme al corriente de la ciudad y la furia.
Desde las páginas de los periódicos participo de las bizarras reacciones de los capitalinos ante el nuevo Reglamento Metropolitano que ha presentado Marcelo Ebrard. “Dizque ciudad en movimiento, pero estamos bien atorados y ni modo que se quede uno estresado en cualquier plantón sin siquiera una pequeña tele para entretenerse. Yo no creo hacerle daño a nadie con traer mi pantallita en el coche ¿Cómo es posible que ahora lo consideren infracción?” Dice un taxista. Y una señora inmensa, con sus chiquillos como retoños de olivo alrededor del volante, por supuesto todos ellos sin cinturón de seguridad -que tampoco lo necesitan ya que cuentan con la protección con la Guadalupana que traen encadenada al espejo retrovisor de su carísima camionetota- “Yo hablo mucho por mi celular, pero utilizo las manos libres y no creo que hablar por teléfono amerite una multa”, dice la Inmensa y no sé ni por qué, la imagino casada con un diputado priista. Y “Ojalá que tenga resultados y no nada más sea negocio para el Gobierno. Mejor deberían dar clases gratis de vialidad y manejo”, propone otro ciudadano y creo que es una propuesta sensata.
Educación es lo que nos falta. Yo me atrevería a añadir que tendría que ser obligatorio desde la escuela primaria el conocimiento de una Ley de Convivencia Ciudadana que entre otras cosas prohibiera escupir, usar palillo de dientes o rascarse los testículos en público. Ustedes perdonen, pero estoy depre.
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