Los medios informativos le dieron un espacio de cuarta. Los cuentos del empresario chino, la maestra y su dictadura en el magisterio, el caso Hank y sus derivaciones con Castañeda, el cantinflismo perredista de no negociar, pero siempre sí aunque mejor no, nos han tenido entretenidos. Entretenidos sí, pero concentrados no. La nota proviene de la Coneval (Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social) y es muy concreta. En México de 1992 a 2005 la pobreza extrema se redujo en 4.2%, es decir 0.3% al año.
La pregunta inmediata es ¿y qué demonios quiere decir eso, es mucho o poco? Traducción: el número de mexicanos en situación de pobreza extrema, los más pobres de los pobres, los que padecen hambre, los que en teoría son la preocupación de todos los políticos, ésos hoy son menos. Falso que el país vaya para atrás, con todo y todo avanzamos. Según la nota podríamos estar hablando de un número, que ronda los 15 millones de mexicanos, que salió de la pobreza extrema. Los factores migración y remesas están incluidos.
Se trata de una muy buena noticia, sobre todo si recordamos que entre las dos fechas está la terrible crisis del 94-95 que le costó al país una reducción de su riqueza de quizá un tercio y que generó otros 15 millones de pobres. Sin esa crisis hoy México sería otro. La mala noticia es que según el propio Consejo más del 18% de los mexicanos sigue en la misma situación: el hambre. Conclusión sin nuevas crisis, con estabilidad y crecimiento, México va por el camino correcto. Pero, vamos muy lento. En aritmética simple si sólo logramos un descenso de 0.3% por año nos llevaría más de medio siglo acabar con esa vergüenza.
El mapa de la pobreza no trae demasiadas novedades. Tres entidades concentran los peores índices de pobreza. Los tres sureños, los tres con alta población indígena, los tres con serios problemas de infraestructura, los tres colindan: Guerrero, Oaxaca y Chiapas. En Chiapas 47% de sus habitantes vive en pobreza alimentaria en contraste en esa misma condición en Baja California sólo está el 1.3%, en Nuevo León 3.6% y el D.F. el 5.4%. ¿Se puede disminuir la pobreza? Por supuesto y no necesitamos mirar a Finlandia. Pero debemos tener prioridades y respetarlas. ¿Qué va primero disminuir la pobreza o acabar con los ricos? Lo primero es trabajoso, pero con crecimiento alto puede ser rápido, vende menos, pero es posible. Lo segundo, lograr equidad, vende mucho, suena bien, no necesariamente disminuye la pobreza extrema, nunca se logra totalmente y en el mejor de los casos, se lleva siglos. ¿Qué va primero? Es más fácil generar odio hacia los ricos que imaginar acciones que beneficien a los pobres.
Pero las palabras estabilidad con crecimiento están muy devaluadas. ¿Qué tanto pesa la estabilidad? Dejémoslo en una cifra del Coneval, nos llevó 9 años recuperar los niveles previos a la crisis. La confusión hoy es mayor, sobre todo porque todo indica que próximamente el hombre más rico del orbe será mexicano. ¿Es él la causa de los 18 millones de pobres extremos? La excesiva concentración nos dice mucho de la regulación de los mercados, de los oligopolios, de cómo estamos perdiendo la batalla por la equidad, pero toda la fortuna del señor Slim no solucionaría el destino de una quinta parte del país. Esas son imaginerías populistas. Quien quiera odiarlo que lo odie, pero no se vale confundir.
Después de la polarizante campaña de 2006 un importante grupo de mexicanos votó por una opción que antepone la justicia como condición de la prosperidad. Acabar con los ricos pareciera precondición del bienestar generalizado. Políticamente la propuesta vende muy bien, pero es falsa. La gran lección de la segunda mitad del siglo XX es que muchas naciones logran disminuir drásticamente la pobreza sin que los indicadores de equidad mejoren, incluso pueden agravarse. China es quizá el ejemplo paradigmático: un par de cientos de millones de chinos –se dice fácil- salieron de la pobreza, pero hoy la diferencia entre los ricos y los pobres es aún mayor. ¿Qué queremos?
Se entra así a una discusión que suena a ética –acabar con los ricos para así acabar con los pobres, como secuencia- cuando en realidad es un falso dilema. Las dos metas, prosperidad y equidad, se pueden buscar a la vez. Con frecuencia ocurre que la búsqueda de prosperidad acelerada aumenta la inequidad. No es algo deseable, pero lo fundamental es disminuir la pobreza. Los ritmos de las dos batallas son muy diferentes. Generar riqueza, disminuir o erradicar la pobreza extrema es una meta mucho más fácil y asequible que obtener equidad. Pero no es lo mismo perseguir equidad con hambrientos esperando, que sin ellos.
Igualdad total no existe en ninguna nación, es una imagen utópica y deseable, sin duda. Los países escandinavos, con todas sus diferencias, son quizá los más justos del orbe, pero aún así las diferencias entre ricos y los que menos tienen, que no son pobres, siguen siendo importantes. En cambio tenemos muchas naciones que han arrinconado la pobreza con rapidez. Chile es un ejemplo de disminución de pobreza, pero no ha tenido el mismo éxito en equidad. Se deben desear los dos objetivos –prosperidad y equidad- pero ¿qué va primero, en qué nos concentramos?
Con estabilidad y crecimiento se puede avanzar en la reducción de pobres e implementar a la par las medidas de fondo que generan justicia: salud, educación y un sistema fiscal progresivo. Discutamos todo, pero no olvidemos, que Chiapas, Oaxaca, Guerrero son la prioridad, allí se concentra el hambre. Necesitan inversión pública y privada, prosperidad. Concentrémonos: el hambre va primero.