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CONTEXTO LAGUNERO | Los ganadores no hacen trampa.

JUAN MANUEL GONZALEZ

En la vida siempre hay que jugar limpio, ese es uno de los valores que nos fueron transmitidos en la niñez y que siguen siendo válidos también en el mundo de los negocios, aunque parezcan olvidados en la sociedad actual. Muchas veces la avaricia recorre los recovecos de las empresas por medio de la manipulación de contratos o el incumplimiento de los mismos.

Parece increíble que en la actualidad, el éxito material sea de tal importancia que se quiera conseguir por cualquier medio sin importar la forma en que sea conseguido. El éxito se puede realizar sin recurrir a la malicia y al engaño aunque eso parezca imposible de lograr de esta manera. Las fronteras entre lo que esta bien y lo que está mal, no desaparecen por el hecho de pasarlas por alto. La mentira y el engaño no son indispensables para que nos mantengamos a flote en este mundo tan competitivo. El camino que se desvía de la rectitud, siempre ha sido tentador y muy atractivo pero se debe mantener en la mente que con ello, la quiebra moral está a la vuelta de la esquina. El mundo de las empresas debe retornar a los valores éticos universalmente reconocidos para que los empresarios, hombres y mujeres, eviten caer en la trampa de la acumulación de riqueza sin que importen los medios que se usen para conseguirla.

En la herencia que dejaron las raíces de los laguneros de hoy, esta presente en forma constante el ejemplo de los empresarios laguneros de ayer para quienes el tender la mando a alguien para cerrar un trato, era más que suficiente para estar seguros de que ello, era un gesto con un significado preciso de compromiso y seriedad, sin lugar a ninguna duda. En las sociedades educadas e industrializadas de hoy, el mayor problema es ver la integridad en forma relativa; a veces, ciertos comportamientos nuestros, hacen que nos olvidemos de la brújula de nuestra conciencia, la arrogancia elimina los límites y la desesperación anula el buen sentido. A pesar de ello, el centinela de nuestra conciencia sigue ahí. Si bien es cierto que el mundo actual tolera muchas actividades dudosas y la sociedad cada día es más permisiva que antes, no por ello se deja de condenar el robo, el fraude, el maquillaje de cuentas, las dobles contabilidades y la malversación de fondos. Los comportamientos deshonestos son igual de vituperables que hace cien años aunque lo repetitivo de los mismos nos lleven al error de verlos casi como normales y a fuerza de su repetición, dejen de asombrarnos y nos acostumbremos a ellos. Los niños siempre estarán dispuestos a ser educados en los valores, de manera natural, un niño sabe identificar perfectamente un comportamiento correcto de uno que no lo es y entienden el mensaje de que “no hay testigo más terrible o fiscal más poderoso que la propia conciencia”. El respeto, la cortesía y la integridad solamente volverán a nuestra sociedad, con el retorno individual a los valores.

Para mentir y estafar, mucha gente se escuda diciendo a manera de justificación que todo el mundo lo hace. Ellos saben en su fuero interno, que el mal sigue siendo mal aunque todo el mundo lo haga y el bien sigue siendo bien, aunque nadie lo practique. El éxito, o llegar a lo más alto sin importar los medios, será siempre un objetivo inmoral. Nadie ignora, aunque muchos no estén dispuestos a pagar el precio, que los ingredientes para el éxito a largo plazo son: coraje, visión de futuro, constancia, riesgo, sacrificio, disciplina y honestidad. El que intenta atajos fraudulentos, nunca llegará demasiado lejos y cundo llegue el momento de su caída, ésta será rápida, dolorosa y duradera.

La reputación se forma de lo que los demás opinan de ti, el carácter define como actúa uno cuando no lo están mirando y está determinado por la integridad y el valor. Estos rasgos o la falta de ellos, fundamenta nuestras decisiones morales en la vida. Los empresarios no ponen en riesgo su integridad por el hecho de buscar siempre lo mejor para sus empresas o por negociar acuerdos ventajosos para sus intereses siempre y cuando ello lo hagan en forma justa y honesta.

La competencia es parte integral del espíritu emprendedor y de la economía de mercado, pero el engaño y la mentira, no. Los niños observan como actúan sus mayores y los imitan; los empleados observan a sus gestores y los ciudadanos a los líderes políticos. Si los líderes se comportan de una manera incorrecta, lo más probable es que sus seguidores hagan lo mismo, por simple mimetismo. No hay atajos en el juego de los negocios, más bien hay tres tipos de personas: los perdedores, los ganadores temporales y los auténticos triunfadores que perduran en el tiempo. ¿La diferencia?: el carácter.

Recopilación y adaptación de Winners Never Cheat, de Jon M. Huntsman.

Comarca Lagunera. Mayo de 2007.

Correo electrónico: jgonzalez200@hotmail.com

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