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CONTEXTO LAGUNERO

JUAN MANUEL GONZALEZ

Gerencia Visceral

Este peculiar término fue utilizado hace algún tiempo en Monterrey por un colega cuando describía la conducta gerencial de cierto directivo que era su jefe directo, y cuyo comportamiento cotidiano incluía las actividades que se describen a continuación:

Citar a larguísimas reuniones de trabajo a cualquier hora y sin preparación previa, en las cuales no se avanza mucho debido a las frecuentes interrupciones atribuibles al propio directivo y a que se carecía de orden y por lo mismo se divagaba mucho.

Realizar seguimiento a los planes de trabajo única y exclusivamente cuando no se cumplian los presupuestos queriendo arreglar las desviaciones hasta que estas sucedían, sin hacer nada por evitar que se presentaran.

Pedir informes urgentes e inmediatos sobre determinado tema, sólo para dejarlos amontonados en su escritorio para, si acaso, leerlos varios días después sin aplicarlos en nada específico y sin tomar ninguna acción.

Repartir elogios a granel por logros menores cuando andaba de buenas, y reprender duramente a sus subalternos por la más mínima falla cuando las cosas le salían mal, lo cual era muy frecuente.

Dedicarse a la “administración por crisis” atendiendo los problemas a ultima hora en juntas urgentes, echando a perder la agenda de todos, sin concentrarse en los aspectos verdaderamente estratégicos de la empresa.

Solucionar (superficialmente) los problemas de los clientes solamente cuando no había de otra y únicamente cuando éstos se quejaban de manera enérgica.

Comportamiento voluble en extremo, a tal grado que la secretaria ideo una manera de alertar a los subalternos cuando él andaba de malas (algo que sucedía con mucha frecuencia). Cuando eso pasaba, ella colocaba boca abajo un florero vacio que tenia sobre su escritorio. Una vez dada esa señal, nadie se aparecía voluntariamente en la oficina del jefe.

Si le parecen familiares estas situaciones, no se extrañe pues son más comunes de lo que usted cree. Corresponden a la manera poco sistemática y desorganizada con la que algunos gerentes asumen sus funciones, y lo más grave, creyendo de manera firme que así es precisamente cómo debe ser su comportamiento. En particular, tales gerentes confunden su propio desorden en la gestión diaria con la naturaleza dispersa de su trabajo, que ciertamente incluye muchos tópicos disímiles en procesos discontinuos y no lineales. Por tradición, la actividad gerencial es un maremagnum de temas diversos, la dinámica de los asuntos por atender es compleja pero ello es bien diferente a que el gerente no mantenga un enfoque sistémico e integral en su comportamiento, o que no asigne prioridades a los problemas y situaciones para lograr su propia eficiencia y productividad y las de la organización por trabajar según sus caprichos. De hecho, es precisamente esa su función: manejar la complejidad de los temas de un negocio o área funcional; el directivo debe tratar de poner orden en el caos, no incrementarlo, mantener la cabeza fría en situaciones críticas y no aumentar la gravedad de las mismas.

El comportamiento del directivo visceral es un signo de que desconoce en gran medida los modernos principios de la gerencia basada en procesos y del enfoque sistémico de la administración. Su falta de conocimiento sobre estas materias hace que asuma actitudes personalistas, creyendo que sin estudiar a profundidad los procesos de la organización que dirige, puede cambiarlos emitiendo unas cuantas órdenes o asumiendo ciertas actitudes que él supone (y supone mal) se esperan de su rol de jefatura. De hecho, muchos directivos prefieren la micro gestión del negocio, ya que pueden concentrarse en hechos tangibles y separados en el tiempo, lo que les evita el esfuerzo intelectual de ir al fondo de las cosas y realizar una construcción mental más elaborada que les permita tomar decisiones estratégicas. Por ejemplo, es muy fácil reprender a un empleado que no cumple ciertas metas o indicadores mensuales de desempeño (cómo el caso típico de los vendedores) y elogiar a otro que sí lo hace; cuando, al mes siguiente se invierte la situación entre los dos empleados, y el gerente adopta la misma actitud; el empleado al cual esta vez le fue mal no entiende qué pasó, ya que hizo exactamente lo mismo que en el mes anterior cuando ganó elogios, y la misma confusión tiene el empleado al que ahora le fue bien y antes le había ido mal. En este caso, el gerente falla por desconocer la variabilidad del proceso que está dirigiendo y los factores que afectan tal variación, por lo que trata infructuosamente de lograr el mejor desempeño de su personal a través de acciones instintivas como reprender o elogiar, sin saber realmente qué esta sucediendo, sin datos para validar si el proceso es estadísticamente estable, sin conocer si hubo causas comunes o causas especiales de variación, en fin, tomando decisiones con base en hechos aislados como un par de resultados mensuales, que sólo son consecuencias simples de causas complejas que se deben investigar a fondo.

Además, estos gerentes no manejan el largo plazo. Prefieren la inmediatez, el “ahora o nunca”; todo es urgente e importante a la vez y lo quieren para ayer, siempre toman decisiones vitales de manera rápida y con escaso análisis, realmente creen tener un instinto especial que han desarrollado con base en su experiencia para no equivocarse, no dudan de su infalibilidad. Pasan por alto datos históricos y tendencias, pero en cambio le tienen mucha fe a los números del último mes, a los datos del corto plazo y con ellos toman sus decisiones. Dónde no hay información manda la opinión, entonces siempre manda aquella persona que posee la jerarquía. Normalmente estos gerentes justifican su superficialidad porque tienen que manejar muchos temas que no se pueden posponer, pero hay que recordar que es mejor decidir bien que decidir rápido. Además, curiosamente estos gerentes siempre poseen unas amplísimas habilidades sociales que les permiten vender al interior de su organización la idea que su estilo gerencial (por arrebatos) es el estilo propio de un gran ejecutivo moderno.

Finalmente, el ego gigantesco juega un papel fundamental en las actitudes asumidas por este tipo de directivos. Adicionalmente a su poco conocimiento de la gerencia por procesos y el enfoque sistémico, y de su preferencia por el corto plazo y la inmediatez, estos gerentes típicamente poseen un ego muy grande el cual deben alimentar continuamente. Por ello, llamar a una reunión urgente a su personal en un horario caprichoso o pedir informes poco útiles de manera repentina, no son más que formas varias mediante las cuales el gerente demuestra su poder frente a sus subalternos y frente a la organización, vanagloriándose de su jerarquía y acrecentando su temperamento egocéntrico. Además, estas conductas también constituyen un mecanismo de defensa de su estilo gerencial, que le permiten blindarse ante cualquier reproche que se le haga al mismo, sabe que esta mal pero nunca lo aceptará porque él solo se convence de que así esta bien.

En conclusión, la práctica de la gerencia visceral, aun cuando aparentemente de resultados, le sale demasiado cara a la empresa, es altamente nociva y perjudicial por su carácter poco profesional y por buscar únicamente la satisfacción del ego del gerente que la aplica en detrimento de la productividad empresarial representando una carga que tienen que soportar callados quienes a él le reportan.

Comarca Lagunera. Noviembre, 2007.

Correo electrónico: jgonzalez2001@hotmail.com

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