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Contraluz| CIEN AÑOS

Dra. Ma. Del Carmen Maqueo Garza

A lo largo del sendero que es la vida avanzamos determinados tramos en compañía de distintos peregrinos, algunos pasan a nuestro lado de un modo casual para luego seguir su propio camino, otros aparecen en nuestras vidas para hacer un cambio significativo. Ellos habrán de acompañarnos a partir de ese momento a través de su presencia, de su testimonio de vida, de las obras personales. El licenciado don Homero H. del Bosque Villarreal es un maestro en el arte más difícil que al hombre es propuesta, el arte de vivir; vivir propuesto a convertir cada momento y cada tiempo, en un trozo de una historia personal que a otros apuntale y conduzca. Entre mis manos tengo un ejemplar autografiado del nuevo libro de don Homero: “TORREON (1907-2007) CIEN AÑOS DE CIUDAD”, lo acojo con singular alegría, como se hace con un caro amigo que viene a visitarnos trayéndonos noticias del terruño que dejamos atrás hace algún tiempo.

Dotado de singular lucidez, don Homero ha sido un acierto como cronista de la ciudad; ha vivido estos últimos veinticinco años un profundo compromiso frente a la blanca cuartilla, propuesto a dejar constancia de los eventos que han venido a hacer de Torreón la ciudad pujante que hoy es. Leal a su compromiso social, más allá de la crónica impersonal del relator, ha vertido en cada escrito la vena del poeta, lo que da por resultado un relato ameno, que se lee con gusto, con la confianza de que alberga en sus entrañas fechas, eventos y protagonistas con estricto apego a la verdad; un relato que nos inserta en el contexto de la literatura universal a través de sus atinadas paráfrasis.

Yo no entiendo la función de un cronista si no es a través de su casamiento vitalicio con la palabra escrita; partiendo de la sabia noción de finitud se propone dejar constancia fehaciente de los hechos que a la vuelta del tiempo constituyen historia y patrimonio. Las generaciones del mañana podrán abrevar de aquellas fuentes de conocimiento para conocer sus raíces, amar su tierra, y empeñar su esfuerzo.

A través de la vida personal de cada cual hay venturosas coincidencias, más allá de las relaciones de familia, me une a don Homero el amor por la palabra escrita; en ciertos momentos nuestras órbitas personales han coincidido en un punto del Universo precisamente en este amor a las letras, cuando a ambos asalta la feliz urgencia de atrapar en la blanca cuartilla las cosechas de la temporada. De don Homero es palabra que hace justicia a tantos hombres y mujeres, cuyo quehacer empeñoso del ayer ha fincado en Torreón las bonanzas del presente. Menciona el autor con sobrada razón: “Por esto el cronista es el biógrafo del espíritu de un pueblo, de una ciudad, de una nación... es el gambusino que busca el alma nueva de las cosas viejas”.

Podemos pasar por esta vida con la mirada vuelta al suelo, cuidando que un paso suceda al otro para no caer; aunque nuestro andar sea seguro, por no levantar la vista para mirar en derredor nos habremos perdido de contemplar la belleza del camino.

...Podemos andar el sendero de la vida con paso cauto, pero aprendiendo a mirar todo aquello que nos rodea; nuestra marcha será grata porque siempre encontraremos en el camino algo nuevo que mueva nuestros sentidos.

...Si este caminar con la mirada dispuesta, lo hacemos procurando rodearnos de personas que nos instruyan en el camino, nuestro paso será ágil, seguro, y cada tramo resultará una experiencia única que marcará nuestra vida.

...Finalmente si a todo ello agregamos el compromiso personal con la vida, nuestros pasos sembrarán nuevos senderos. Las huellas del propio andar serán señales vivas para quienes vienen detrás; habremos cumplido con aquel primer pálpito que nos dio un nombre desde el seno de nuestra madre.

Torreón en sus cien años es una joven madura que sabe hacia dónde va y conoce los caminos; ninguna de las semillas que dejaron caer nuestros abuelos se ha perdido, de cada sarmiento hemos visto emerger fuertes viñedos que hoy sustentan una sociedad con propósito, industriosa, ávida de aprendizajes nuevos; un Torreón vivo que palpita en el corazón de sus hombres y mujeres. Es el vergel arrancado a la tierra caliza a punta de fe, de empeño, de unión y de altos ideales, que hoy se eleva por encima del Cristo de las Noas.

¡Larga vida a Torreón! ¡Larga vida a su cronista que nos presenta en charola de plata memorias vueltas venturoso presente!

maqueo33@yahoo.com.mx

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