Piedras Negras, Coahuila, martes 24 de abril de 2007, seis de la tarde. Para cada nigropetense son palabras que habrán de disparar incontables tradiciones orales que pervivirán más allá de relatores y protagonistas. Ningún habitante de esta frontera benévola podrá olvidar qué hacía en el preciso instante cuando se desencadenó aquel feroz arrebato de la naturaleza; cada cual relatará de manera única cómo le impactó el singular meteoro que ha marcado vidas e historias para siempre. En tres minutos la florida y plácida Villa de Fuente sintió el vientre abierto de tajo por feroz escalpelo que arrancó sus entrañas hasta vaciarlo; volaron techos, paredes, piedras, ramas, pesados muebles... explotaron ventanas; se hicieron añicos recuerdos y esperanzas; entraron en receso todos los sueños... Ella, la villa cantarina que apenas iba superando su duelo por la inundación del 2004, ahora fue azotada por la furia del viento; algo que científicamente no se ha acabado de explicar según los meteorólogos, una maldición de los cielos para quienes recogen la fe hecha pedazos. Los más optimistas visualizan esto como una oportunidad de vida, aún cuando hayan perdido lo material saben que lo más importante está con ellos.
Cada cual narrará los acontecimientos desde su propio instante personal; se tejerán mil historias con los delgados hilos de las palabras, y cuando el tejido esté completo, luego de muchos años, unas manos de niña lo doblarán con sumo cuidado e irán a depositarlo dentro de un cofre pequeño con olor a memorias de un ayer lejano.
Mi hijo y yo visitamos tres días antes la Biblioteca Octavio Paz, enclavada en la plaza de la Villa, nos sorprendió el orden que guardaban los libros en su interior; tres años atrás el agua arrasó con la totalidad de los títulos, pero indudablemente los esfuerzos para recuperarse estaban dando frutos. Los estantes guardaban un perfecto orden; en uno de ellos me sorprendió ver diversos libros de arte, pensé entonces con qué frecuencia los libros cumplen funciones meramente decorativas, cuando podrían aprovecharse en cumplir la función para la cual fueron creados... Quien diría que a la vuelta de tres días quedaría solamente el cascarón de lo que fue el recinto cultural.
Todos tenemos urgencia por expresar las impresiones propias, por exorcizar los demonios del momento; en lo personal no pasó de ser un gran susto que pasamos mi hija y yo en el automóvil a una distancia no muy lejana de la Villa cuando se desencadenó el meteoro. El cielo lucía un denso aspecto plomizo, comenzó a caer llovizna que en un instante se convirtió en granizo, primero con características de vainas de cacahuate, hasta alcanzar la forma y el tamaño de pelotas de golf. Al comenzar se sentían rebotar sobre el capacete, segundos después chocaban intermitentemente en dirección vertical contra el parabrisas como balazos, alternando con coletazos de agua turbia que anulaban toda visibilidad. En ese momento, en medio de la calle entendí que el viento nos estaba jugando feo pero nunca imaginé hasta qué grado; mi hija y yo conseguimos llegar a buen destino, el parabrisas resistió, y sería hasta un par de horas después cuando comenzaríamos a entender la magnitud de la tragedia.
Entretanto la tarde se volvió divertida; la interrupción de la energía eléctrica nos llevó a instalarnos en el fresco a compartir lecturas y anécdotas en una convivencia muy amena. Un rato después fuimos al centro; por las calles se percibía un ambiente festivo, muchos habían salido de sus viviendas a comentar con los vecinos; algunos de ellos provistos de escobas comenzaban a barrer la basura que el viento había depositado al frente de sus casas. Hasta ese momento desconocíamos lo ocurrido en la Villa; en cuanto lo fuimos sabiendo las sombras densas de una noche sin energía eléctrica comenzaron a colarse hasta lo más profundo del alma.
El tornado arrancó en una pieza la losa de concreto del techo de la escuela Centenario; hizo chuza maléfica en el interior de la Iglesia del Sagrado Corazón, con tal fuerza, que desprendió los mosaicos del piso desapareciendo altar y bancas; vientos feroces derribaron como piezas de dominó pesadas estructuras. Se busca un por qué para explicar el tornado, no sé si mañana la encontremos pero eso sí, es un llamado enérgico a la conciencia, ocasión de revisar cada cual su postura frente a la naturaleza, frente a la vida, frente a la propia actuación como ciudadano del mundo. Valorar si nuestros actos cumplen con el fin hacernos mejores personas, si dignifican a la raza humana, y finalmente si hacen de nuestro planeta el mejor sitio para nuestros hijos.
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