La generación actual ha sido la de los grandes cambios, la que ha debido poner su temple al fuego para fundirse y renacer; a quienes hoy vivimos nos ha tocado el privilegio de hacerlo en la delgada línea que separa un siglo de otro, un milenio del siguiente.
Si sobrevoláramos los avances del conocimiento humano a lo largo de la historia, nos asombraría entender que hemos sido los afortunados testigos de un cúmulo singular de acontecimientos. Nuestros ojos han mirado los caprichos de la luz en mil maneras; nuestros oídos han escuchado sonidos inimaginables, desde el microcosmos molecular hasta la expansión del universo; los alcances de la razón humana parecen no tener límites en las dimensiones de tiempo y espacio. La historia de la humanidad se vuelca frente a nosotros plena y magnífica, permitiendo que nos hundamos en sus aguas para entender nuestro hoy a través de los hechos de un ayer que aún si es lejano, se rinde manso al escrutinio científico.
Sin embargo en este contexto de esplendor en el conocimiento, algo falta; desde nuestro sobrevuelo se observan manchas oscuras y densas que rompen con el resto del paisaje, sombras que se infiltran entre los elementos, que distorsionan las imágenes; negruras que devoran luminosidades como un cáncer mortífero...
...De alguna manera el corazón del hombre no ha corrido igual suerte que la razón; la carrera en pos del conocimiento lo ha debilitado para ejercitar la bondad. Las ideas se han impuesto sobre los sentimientos; la razón ha hecho presa al espíritu, y las manchas oscuras amenazan con desbordarse. Volvemos la vista en derredor y nos preguntamos con angustia qué está sucediendo; los amplios tratados acerca del hombre y las sociedades no parecen darnos la respuesta apropiada.
Ése es el momento para quitar la vista por un rato a los avances del análisis racional, e inclinarnos ante un claro amanecer, con la humildad de un niño pequeño y la mansedumbre del que es uno con la naturaleza, porque nada tiene para sí mismo.
Luego habrá que besar el suelo que nos ha dado cuna, y extender los brazos a los cielos en actitud de agradecimiento por un día más de vida.
Enseguida habrá que lavar cara y manos, antes de aproximarnos a esos manantiales que sí tienen la respuesta a las angustias que nos sobrecogen: Nuestros seres queridos.
...A partir de ese instante comenzará nuestro corazón a entender muchas cosas; al calor de la familia surgirán elementos capaces de disipar sombras, de disolver negruras, de infundir vida al frío rigor del raciocinio.
La creación de una atmósfera amorosa dentro de las cuatro paredes del hogar es el mejor remedio a los males que sufre nuestro agitado mundo.
En familia la aceptación de unos y otros, cada cual con sus particulares flaquezas, sus limitaciones, sus fallas, nos permite desarrollar un sitio bueno para el espíritu.
Acogernos no importa qué; abrazarnos fuera de programa sin tanto requisito; romper los silencios que matan para sustituirlos por palabras que sanan... es el mejor camino para comenzar a resarcir los daños de la razón pura.
Practicar un amor capaz de perdonar y así ser perdonados; vivir en permanente tarea de tolerarnos con nuestras imperfecciones de cada día; aprender a apoyarnos tan sólo porque sí... son modos de ir construyendo un mundo mejor para todos.
Sea el hogar ese sitio a donde podemos ser como somos sin tener que fingir; pero claro, con el compromiso personal de ser mejores cada día.
Sea el tranquilo espacio a donde hallemos un rato de silencio para el diálogo de mí conmigo, del cual surgen las grandes conquistas personales.
Sea nuestro lar mullida almohada en la cual hallen reposo las múltiples angustias vitales. Sea claro remanso en el cual beber agua del cielo...
Constituya la familia el sitio más bendito de la Tierra; el puerto seguro, y la plataforma de despegue que augura un vuelo exitoso.
¿Por dónde empezar? Por dónde terminan las puntas de nuestros dedos. ¿Cuándo? Entre más pronto mejor. ¿Cómo? Teniendo en mente el hecho de que aquella persona eligió estar a nuestro lado cuando podría estar en cualquier otro sitio. Que a su manera nos muestra su amor, y que mucho se beneficiaría si comenzamos a expresar el nuestro propio.
Hagamos de nuestra familia hoy, y luego cada día, el mejor lugar de la Tierra. En nuestras manos está en proyecto la obra más grande que se nos ha encomendado: La construcción, pieza por pieza, de la felicidad más grande.
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