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Contraluz / EL MÉXICO QUE YO AMO

Ma. del Carmen Maqueo Garza

Dieciséis de septiembre: Hoy todo es patria. Las calles se visten de gala tricolor; balcones y fachadas sacan sus mejores ropas para presumir al viento. Nos invade un gozo especial a nosotros, hombres y mujeres de barro y bronce, es el día de la mexicanidad.

En esta fiesta para los sentidos comprendo cuánto amo a mi país; doy gracias al cielo por sus riquezas naturales que inspiran a la poesía: Desde las altas montañas con sus caídas de agua a los desiertos como espejos; desde los trópicos exuberantes a las mesetas fecundas; bosques, lagunas, cañadas; espacios en donde la naturaleza esplendorosa hace derroche de diversidad. Brota aquí y allá el verdor que llama a la vida; hiere las pupilas la fantasía de colores, de manera que quienes hemos heredado estas tierras sabemos que Dios esbozó una gran sonrisa cuando terminó su obra en nuestro rincón privilegiado.

Amo a mi México en su gente, en sus fiestas, por ese espíritu siempre alegre que sabe hacer burla hasta de la misma muerte. Amo a sus niños de tantos colores, de tantas formas y tamaños, que convergen en una sola mirada cargada de luz, en una sonrisa que se regala generosa.

Amo el sereno andar de sus ancianos que tropiezan pero no claudican; aquéllos de piel gastada que en cada surco guardan una historia, y en cada palabra vuelcan evocaciones de un ayer al que ningún mal del cuerpo podrá nunca desterrar.

De mi México amo el tesón de sus hombres de piel canela y chocolate, que trabajan diligentes de sol a sol por ganarse el pan de sus hijos con la voz vuelta canto y la frente sudor; amo la ferviente entrega de sus mujeres que en la adversidad, lejos de quebrarse crecen hasta quedar muy por encima de cualquier escollo.

Amo esos cielos que aun saben ser limpios, y que al atardecer se envuelven en tonos oro y escarlata para dar paso a la reina de la noche, una luna a veces clara y alta; otras cercana y encarnada; unas convertida en queso; otras en madre; tal vez en cómplice amorosa, otras en sonrisa de gato, pero siempre bella, siempre plena, siempre sabia.

¡Qué decir de las manos de sus artesanos!... las que recrean y crean; las que capturan y reinventan. Las manos que someten a la naturaleza a su propio capricho para volverla una belleza nueva: Con hilazas o estambres; lentejuela o chaquira; sobre el algodón o sobre la lana... con hilos de oro y de plata; una aguja que no conoce el descanso, horadando una y otra vez los materiales hasta transformarlos en piezas únicas que llevan esos talleres familiares, con piso de tierra y techo de palma, a los más sofisticados escaparates sin perder su ingenio creador. Los telares de cintura; los diseños heredados de madres y abuelas que se plasman en la tela con apretadas puntadas, desde las figuritas de San Pedro Amusgo hasta los sobrios diseños yucatecos.

El vidrio que se sopla al calor del fuego dando mil formas y colores; la arcilla vuelta barro rojo de Guanajuato, o negro de Oaxaca; la Talavera multicolor que da cuenta y razón de la palabra mestizaje, con sus diseños españoles azules y amarillos sobre el firme barro americano... La madera labrada cubierta con hoja de oro en sincretismo religioso que hermana culturas; la piedra pulida, el jade, el ónix, la cantera blanca o rosa... las piedras semipreciosas, el dúctil oro, la fina plata.

Amo de México su música; la que por generaciones ha cantado igual de alegría que de dolor; de amor y desamor... Los sones de sus guitarras, sus güiros, sus marimbas, sus acordeones sonoros... Los corridos que inmortalizan a los héroes del pueblo en un compás de tres por cuatro; las piezas que dan vuelta al mundo, las de Ponce, las de Rosas, de Moncayo. La música que sabe ser alegre en cualquier circunstancia, desde la cuna hasta la tumba; felizmente irreverente, sabrosa, desde el fondo del alma.

...Sus sabores que permiten emprender un viaje desde Baja California hasta Chiapas pasando por épocas, regiones, culturas y sazones... formas y sabores que no tienen fin para el paladar de quien se anime a lanzarse en esta aventura singular.

...Pero sobre todo amo a México porque lo depositaron mis padres entre mis manos como sublime encomienda; lo clavaron en el corazón cual herencia sagrada para amar; patrimonio para cuidar; legado para enaltecer; sangre viva para perpetuar. Ahora mi vaso la vierte en los vasos de mis hijos, y mi patria palpita viva con renovadas fuerzas, para mil años más...

...¡Y qué viva México!

maqueo33@yahoo.com.mx

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