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Contraluz / EMPEZANDO POR LA A

Ma. del Carmen Maqueo Garza

“Maestra si quiere a su alumno denos cinco mil pesos o no lo devolvemos, somos los zetas”. Fue una de varias leyendas encontradas en los muros de un aula en un jardín de niños en la ciudad de Monclova; los peritos en la materia consideran que los autores sean menores entre siete y ocho años de edad. Las fotografías publicadas por Periódico Zócalo en su edición del martes cinco de junio dan cuenta de incontables daños al salón de clases.

En lo personal es una nota que me deja boquiabierta; no puedo voltear la página del diario sin hacerme un montón de preguntas que de momento quedan sin una respuesta que satisfaga. Se percibe a través de las leyendas garrapateadas en los distintos muros del aula cierto orgullo por parte de sus autores por haber hecho lo que hicieron, así como de autonombrarse los zetas.

Frente a esta evidencia habría entonces qué revisar cómo hemos llegado al punto en que niños pequeños adoptan modos de actuar tales; evaluar los modelos que como sociedad estamos presentando a los menores, y analizar en qué punto se dio la fractura educativa familiar para que el chico deje de lado sus juegos infantiles y emprenda conductas delictivas que pretenden emparejarse con las de los grandes delincuentes, aquéllos que tienen en jaque a los cuerpos de seguridad pública y a la sociedad en general.

De confirmarse la hipótesis postulada por el Ministerio Público, se trata de niños de corta edad con un perfil antisocial importante, buscando imitar un modelo que para su propia percepción es deseable. Para entenderlo habría que partir de lo siguiente:

Los destrozos que sufrió el salón de clases reflejan una carga de agresividad.

Los chicos manifiestan claramente el propósito de obtener dinero mediante amenazas.

Hablan de haber secuestrado a un niño de kinder (ilícito que en realidad no existió).

Se autonombran los zetas.

Lo que podría pasar como una nota policíaca más, en lo personal me resulta un material cuya disección fibra a fibra debe ser vista como urgente por parte de autoridades, maestros, y particularmente padres de familia. No se trata de una simple travesura; no se trata de una broma de mal gusto, hablamos de pequeños tratando de emprender conductas que en su percepción resultan envidiables; hablamos de modelos sociales que ellos tratan de asimilar. Como en otros tiempos serían Fantomas, Superman o El Santo, aquí se busca imitar la conducta de capos de la droga o de matones a sueldo. Y como antes el pequeño soñaba con conquistar el espacio, hoy sueña con secuestrar un niño de kinder y enriquecerse mediante la extorsión.

Lo primero que se me ocurre pensar es que no estamos ofreciendo al niño modelos que favorezcan su desarrollo humanístico; llenamos su espacio vital con personajes que invitan a alcanzar metas materiales en el corto plazo y por cualquier medio. De alguna manera los medios de comunicación hacen su parte al presentar a los delincuentes como personajes revestidos de poder, ocupando una posición envidiable dentro de la sociedad. El estar señalando diariamente los avances del crimen organizado es reforzar conductas delictivas en algunos, y es para la mayoría generar un fenómeno de tolerancia ante hechos de esta naturaleza. Ahora bien, las noticias circulan frente a los ojos de personitas que no están encontrando en su entorno el aliciente necesario para actuar por la vía derecha. Posiblemente hallen más sencillo delinquir, o perciban particular gratificación al infringir el orden público, o sientan fluir la adrenalina al emprender actos vandálicos. Además de que suponemos que encuentran cierto deleite en fantasear con secuestrar niños, amenazar maestros, y ganar dinero fácil.

Empezando por la A, es momento de revisar muy en serio el papel que cada uno de nosotros tiene, tanto en el origen como en la solución del problema. Los conflictos sociales se gestan en el núcleo familiar, y dentro del mismo la batuta la lleva el corazón de sus adultos. Las conductas que los menores emprenden fuera de las cuatro paredes del hogar no son otra cosa que el reflejo de la problemática interna familiar; son cuestiones que no se resuelven de la puerta de la casa para afuera sino todo lo contrario, comenzarán su proceso de sanar de raíz cuando se combatan desde el momento en el que nacen.

Empezando por la A, para atacar de raíz una epidemia social que cunde, procuremos tres propósitos dentro del hogar: Amor, atención y altos ideales...

maqueo33@yahoo.com.mx

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