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Contraluz / FRANCESCO REDI HOY

Ma. del Carmen Maqueo Garza

Nuestro México es, sin lugar a dudas, tierra de contrastes. Comenzando por los paisajes que van desde los desiertos de Sonora hasta los altos picos nevados de Orizaba o de Toluca, pasando por encontradas posturas históricas, para llegar a grandes y mágicos sincretismos culturales que vuelven a nuestro suelo algo especial en el concierto mundial.

Y claro, en asuntos de dineros no podríamos ser la excepción. Tenemos uno de los hombres más ricos del mundo contra unos cinturones de miseria graves, que nos colocan al lado de las naciones africanas más pobres. Aprovecho para hacer una catarsis de lo que llamo mi personal “trauma telefónico”: Marco un número telefónico muy familiar, como podría ser el mío propio; acto seguido entra una grabación que dice “lo sentimos, el número que usted marcó, no existe”. Temerosa de un Alzheimer súbito reviso la pantalla y verifico que el número es correcto, entonces presiono la tecla “remarcar”, y ahora sí entra la llamada sin problema. O bien, cuando el número al cual marco se halla ocupado, en lugar del característico sonido, entra una vocecita, “el número que usted marcó se encuentra ocupado”, no me invita como otras veces al remarcado ni cosa parecida, nada más entra y ya. ¿Con cuántos pequeños pesos, desde mi simple condición de asalariada habré contribuido para llevar a Carlos Slim hasta la posición de multimillonario que hoy sustenta, de acuerdo a la revista Forbes?

Aunque claro, valga comentar que nos llevamos las palmas esta semana por el decomiso más cuantioso de dinero en todo el orbe. Simpático el caso, los detenidos son extranjeros nacionalizados mexicanos, y más simpático, que se omitieron algunos milloncitos en una primera estimación.... suponemos que entre aquellas carretadas de billetes, cualquiera se hubiera equivocado. Esto lo contrastamos de nuevo con la cantidad de niños de la calle, ya sea por abandono, maltrato o explotación, y seguimos diciendo que nuestro país es sin lugar a dudas, una tierra de contrastes.

Ahora bien, hay que ir a insertar a nuestros jóvenes en este contexto socioeconómico, soltarlos en este mundo polarizado, y decirles que vayan a hacer su vida, que triunfen y que no se equivoquen en sus decisiones. En muchos de los casos ni siquiera sabemos bien a bien qué contenidos llevan en sus mochilas de viaje.

Ser médico es colocarse en primera fila para ver cómo se desarrollan las sociedades; es de alguna manera observar muy de cerca la dinámica familiar dentro de muchos hogares. Y cuando se lleva recorrido un buen trecho, es comenzar a ver el desempeño personal del joven adulto al que vimos nacer , el bebé de ayer llega ahora al umbral de su propia y personal existencia. La lógica no falla, con sus muy contadas excepciones hoy vemos el producto de esos años de crianza, y el resultado no debe sorprendernos. Francesco Redi, científico florentino del siglo diecisiete lo dejó muy claro, la generación espontánea no existe, esto es, el adulto en ciernes decidido a cumplir el plan de vida que se ha trazado, no surgió de la nada, como tampoco lo hizo el que se va a la deriva. El primer caso es la consecuencia lógica de años de instrucción y guía, de un amor inteligente ejercido con sensatez y firmeza; el saldo a favor que proporciona a los padres haber dejado de lado muchas cosas personales para replantear sus prioridades. En el caso del chico que trunca su porvenir, estamos ante el resultado matemático de horas de un amor tibio que no se decidió a dar todo; un entendimiento que entrecerraba los ojos para no ver; una voz que se hizo cómplice más que orientadora; un corazón que se doblegó en lugar de reforzar su ritmo vital para cubrir las expectativas filiales.

En este último apartado tenemos a los chicos altamente involucrados en actividad sexual buscando en quince minutos de placer lo que no han sentido tener en todos los años de su vida, con conductas de alto riesgo para ellos y quienes le rodean.

También nos hallamos a la joven alcohólica; esa chica que dice que no importa el estado en que llegue a casa, que al fin nadie sabe si llega o no llega. O ese joven que parece espectro viviente, pálido, ojeroso, adelgazado; el que a sus dieciocho o diecinueve se halla consumido por la droga, y encuentra cada vez menos motivos para estar con vida. “Total, si me truenan, ya estaba”.

Como principio científico que es, reafirmamos lo que dijo Redi hace trescientos años, la generación espontánea no existe. Y más vale que lo creamos.

maqueo33@yahoo.com.mx

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