Nosotros Las palabras tienen la palabra VIBREMOS POSITIVO Eventos

Contraluz / HOMENAJE A DON ARRIGO

Ma. del Carmen Maqueo Garza

Don Arrigo Coen, uno de los grandes sabios de la Lengua Española, a sus noventa y tres años nos ha dejado así, sin aspavientos ni formalismos, como siempre vivió, como sólo él supo hacer llegar al mundo su fecundo conocimiento.

Un gran promotor de la lengua, estaba convencido de que al desatender el significado del lenguaje, contribuimos a la pérdida de valores dentro de nuestra sociedad. Puntualmente, desde el sitio en donde le tocó ilustrarnos semana a semana, consiguió contagiarnos de esa sed por el conocimiento de nuestro complejo idioma.

En lo personal me considero una puntillosa de la palabra, por lo cual me parece que la desestima en que la tenemos en la actualidad no hace ningún bien a la salvaguarda cultural del mundo. En ratos atisbo por encima del hombro a mis hijos comunicándose con sus homólogos vía Internet o mensaje celular, y me sorprende la manera como sustituyendo una letra por otra, logran entenderse. No me convence la idea de que llegue a decirse todo aquello que se desea, cuando el lenguaje se viola de manera tan flagrante, y cuando las jóvenes generaciones muestran una total indiferencia hacia la manera correcta de escribir un término, o del modo como el significado de un enunciado se modifica cuando se cambia un acento, o dejan de corregirse errores ortográficos. ¡Vaya!, si aún cuando escriben en computadora, son tantas las veces en que dejan de dar un simple clic para utilizar la herramienta de corrección ortográfica que prácticamente hace el trabajo de corrección de manera automática.

Don Arrigo a través de su programa ?Redención de Significados? constituía un tope para nuestros ilícitos lingüísticos cada vez más comunes. Con gran lógica él señalaría hasta dónde sí y hasta dónde no podíamos deformar o sustituir los términos sin perder la esencia. Y finalmente, era capaz de contagiarnos tal grado de amor por la palabra, que terminaríamos reproduciendo aquel ?buen decir? del gran maestro.

Pero en fin, la vida sigue; cada uno de nosotros tiene su tiempo, su lugar, y su misión. Don Arrigo cumplió sobradamente, y parte hacia otra dimensión sin cuentas pendientes. En verdad que sería de justicia que se considere depositar sus restos en la Rotonda de los Hombres Ilustres, como lo ha solicitado su familia, máxime tratándose de un hombre nacido en Italia, que vino a nacionalizarse mexicano únicamente por su amor a nuestra lengua de la cual fue incansable defensor.

¡Afortunado aquél que logra identificar tiempo, lugar y misión durante su juventud, y se aplica decididamente a desarrollarlos a lo largo de toda su existencia! La mayoría vivimos ensayando circunstancias, y dejamos ir gran parte de nuestra vida en el tránsito entre una y otra posibilidad, perdiendo así la oportunidad de dedicarnos de manera seria y constante a desarrollar a profundidad un quehacer determinado.

Hace un par de días leía un mini relato que me causó singular agrado. Forma parte de la colección de cuentos intitulada: ?EL CUENTO JÍBARO?, del veracruzano Javier Perucho, editado por Ficticia Editorial, de la Universidad Veracruzana. El mini relato escrito por Raúl Renán lleva por nombre LA CAÍDA, y es un fresco enfoque al poder de la palabra escrita, hablando de un hombre que avanza en medio de la multitud; éste lleva un libro abierto justo cuando comienza a desatarse un ventarrón que barre las palabras de las páginas expuestas, y va a desperdigarlas sobre las cabezas de la multitud, generando en cada uno de ellos un cambio de actitud, de acuerdo al significado de la palabra que a cada cual tocó. Cuento que hallé deliciosamente útil, en la pequeña tarea personal que me he propuesto desde tiempo atrás, de exhortar a quienes me rodean a preservar nuestra preciosísima lengua materna.

Esta vez comencé la colaboración bastante avanzada la mañana. De todas formas seguí mi ritual sabatino de plantarme frente al teclado de la computadora; correr la cortina que me separa del mundo exterior, y atender los consejos de los tres colosos que me aguardan cada sábado para instruirme acerca de la vida. Los tres nogales que son sólo míos cada sábado, hoy lucen quietos, sombríos y desnudos, contra el cielo gris que alerta sobre un frente frío. A partir de ahora, cada vez que cumpla con mi ritual sabatino, sabré que hay un cuarto coloso que se ha sumado a ellos para siempre. Don Arrigo, desde donde esté, dejará caer un puñado de palabras sobre estas líneas, para seguir amando nuestra lengua materna, cada cual desde donde le corresponda cumplir.

maqueo33@yahoo.com.mx

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