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Contraluz / UN TRUENO EN EL SILENCIO

Dra. Ma. Del Carmen Maqueo Garza

No podemos sustraernos a las noticias de los últimos días, aún a riesgo de parecer repetitivos. Algo sucede en el mundo al iniciar la semana que recién termina, lo primero es la difusión de la noticia; lo segundo el planteamiento de una hipótesis; lo tercero la comprobación o descarte de la misma. A final de cuentas la enseñanza, la moraleja que se posa jactanciosa por encima de las sombras de la muerte, para formar parte de la historia, de una historia que no debe repetirse.

Universidad Tecnológica de Virginia ubicada en la localidad de Blacksburg, en los Estados Unidos, lunes 16 de abril por la mañana: Un joven solitario abre fuego en dos sitios del campus universitario con un par de horas de diferencia; termina con la vida de una treintena de personas y deja a otro tanto con heridas de grado variable, luego se suicida. Hace llegar un último testimonio de sus motivos, vuelca toda una carga de ira largamente gestada, largamente contenida. Se justifica por anticipado afirmando que lo orillaron a tomar esa determinación; se compara con Cristo.

Para ahora los especialistas ya han emitido su diagnóstico; psiquiatras, sociólogos, etnólogos, politólogos, forenses. Cada cual ha analizado el problema desde su propia perspectiva y emite un tajante por qué. Surgen con dolorosa dilación las observaciones de maestros y compañeros, era un chico con problemas, todos lo habían notado; algunos sugirieron que se le brindara atención, pero la verdad es que nadie hizo nada contundente para prevenir que el problema avanzara. Visto en retrospectiva todo parece tan claro, sin embargo ahora aquello ya no importa; posiblemente vayan a pagar “justos por pecadores”, como sucedió el 9-11, y ahora los rasgos orientales se vuelvan un signo de riesgo potencial, como en su momento los arábigos.

Las teorías no se han hecho esperar a la vuelta de unos cuantos días; queda claro que el chico no se adaptaba al medio. Surgen los cuestionamientos de hasta qué grado influyen los videojuegos, las películas de contenido violento, o las simples notas periodísticas de eventos cruentos anteriores, como el caso de Columbine. De momento se antoja radicar la culpa en un elemento externo al propio homicida o a su ambiente inmediato, y atribuir el origen de los problemas a algo que no lleve a nadie frente al espejo a medir la responsabilidad que fríamente le correspondería asumir.

¿Qué el chico tenía un problema? No cabe duda. Posiblemente nadie dio importancia a los pequeños signos que auguraban riesgos delictivos potenciales. En la primaria los compañeros se burlaban del chico coreano recién arribado, “cosas de chicos” dirían los maestros, “proceso de adaptación a una nueva cultura”, determinarían los consejeros escolares. “Todo bien”, decía la madre del chico cuando el abuelo Kim hablaba desde el otro lado del mundo.

De niño era silencioso, introvertido, rehuía entablar relaciones con sus compañeros. Ya en la Universidad existieron un par de acusaciones por hostigamiento sexual; nada que trascendiera al papel, cosas de muchachos nuevamente. Demasiado tarde queda en evidencia que su desahogo eran esos videos controversiales; recuerdan mucho los espacios frente a cámara de los “reality shows” llamados confesionarios, en donde el personaje sometido a una sociedad de estructura artificial, puede desahogarse por cinco minutos, llorar, decir lo que se le venga a la mente y liberar sus tensiones, antes de reintegrarse al resto del grupo... En los videos el chico habla con fluidez, en ratos cae en la parlanchinería, su rostro pasa de la inexpresión a la mueca cínica, expone un plan perfectamente estructurado para vengarse de aquellas figuras en las que él radicó su odio. Ahí en ese espacio íntimo sí pudo expresarse, pudo decir lo que él sintió a lo largo de su vida que no sintió se le permitiera expresar en el mundo real... Se percibe como un corazón tan dañado, que se quedó vacío de sentimientos, invadido por el cáncer de un afán enfermizo de venganza.

¿Quiere decir que vamos a comenzar ahora a ver “moros con tranchete” y a huir de cualquiera que se muestre taciturno? ¿Será acaso que van a surgir como hongos en la lluvia multihomicidas por el mundo? No, definitivamente no, pero sí es ocasión para analizar una vez más, nunca será ocioso insistir, nuestro proceder frente a los jóvenes que tenemos cerca como padres, hermanos, tíos, o maestros. Revisemos si hay comunicación en dos sentidos, o si prevalecen los silencios que aíslan y terminan por destruir. No sea que nos topemos con “un trueno en medio de un cielo claro”, como lo expresó el abuelo de Cho Seung Hui al enterarse de los lamentables acontecimientos.

maqueo33@yahoo.com.mx

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