“Para mí las naciones que han legalizado el aborto son las más pobres, le tienen miedo a un niño no nacido, y el niño tiene que morir”. Teresa de Calcuta.
Uno de los temas candentes en nuestro país a lo largo de las últimas semanas, es el relativo a la legalización del aborto; los legisladores estructuran sus propuestas, expertos y funcionarios de todos los niveles hablan a favor o en contra. La ciudadanía define sus posturas en el café, en las reuniones de grupos, a través de opiniones en los diversos foros; sin lugar a dudas es un tema con muchas aristas del que podríamos pasarnos hablando horas enteras sin lograr un acuerdo. Predominan actitudes maniqueas, del negro al blanco en forma radical, sin admitir medias tintas.
Hay quien enarbola muy en alto casos de chicas violadas para hablar a favor de la legalización en todos los casos. Hay quien habla de las miles de mujeres que mueren en el país por un aborto clandestino; por su parte hay quien lo hace de los riesgos de la mujer que se practica legrados en las mejores condiciones, máxime si lo hace desde la adolescencia. Se habla de los derechos de la mujer con respecto a su propio cuerpo; se exponen cuestiones económicas, sociales y de salud. Algunos dicen “que sean las mujeres quienes decidan el punto”, en tanto otros manifiestan en un lenguaje implícito, “decidamos por ellas”.
Detrás de todos estos conceptos a favor y en contra que se han venido manejando, una cosa queda clara. El motor que mueve esta propuesta de legalización, es de tipo económico, es algo así como hallar la salida fácil a la falta de previsión de una mujer.
Primero: Al paso que vamos con las reformas educativas, desde la primaria se enseñan las nociones para el ejercicio de un sexo seguro. Entonces podemos decir que en la gran mayoría, el embarazo obedece a una imprudencia.
Segundo: En un marco teórico estamos hablando de que el embarazo que se interrumpe o se conserva es responsabilidad de la pareja. Claro, para bailar tango se necesitan dos, pero finalmente la que previene, permite o interrumpe viene a ser la mujer.
Tercero: ¿Pretendo eximir de responsabilidad al hombre? No, para nada, pero si se trata de una pareja fortuita, de fin de semana... si se trata del muchachito de dieciséis que huye en cuanto sabe que la chiquilla está embarazada, o si es el respetable caballero que se echó una canita al aire con la amiga y ahora cuestiona si aquel niño es suyo o de algún otro...
Cuarto: Por ello finalmente la responsabilidad es nuestra como mujeres. La de estar informadas de los distintos métodos; la de utilizarlos si así se considera, o la de decidir qué hacer con aquel embrión que se lleva dentro.
Quinto: Ahora bien, hablando del marco legal en el que se desenvuelve todo este asunto, hay quien habla de ofrecer a la mujer en apuros otras opciones, como sería la adopción. Entonces yo me pregunto: ¿Facilita nuestro sistema de gobierno las adopciones para aquellos bebés?...
Sabemos que un gran mal de nuestro querido México es el tortuguismo burocrático. Y en estos asuntos no se vale; no se vale decirle a la chica que conserve a su bebé, para que cuando nazca vaya a dar a un hogar temporal del DIF en donde estará a cargo personal técnico durante ve tú a saber cuánto tiempo, mientras se completan los mil trámites para su adopción. En lugar de que ya estuviera previsto el hogar que lo acogerá en el momento mismo del nacimiento, un hogar donde lo esperen como personita única para amarlo...
La Primera Dama Margarita Zavala manifestó su preocupación acerca de la lentitud en trámites de adopción, que pueden demorar hasta tres años. Así lo expresó durante la inauguración de la 33 Reunión Nacional de Directores del DIF, conforme a nota de Víctor Godínez publicada el 20 de febrero pasado para El Sol de México.
Entonces: ¿Será la solución como proyecto de nación deshacernos por la vía cruenta de ciudadanos que no hallamos dónde poner? ¿O será revisar a fondo con seriedad, y libres de mil trámites, obstáculos, corruptelas y demás, los procesos alternativos para aquellos casos de embarazos no deseados?
En ratos parece que las legislaciones persiguen fines utilitarios: Me sirve, no me sirve; cuánto me reditúa, cuánto me cuesta... Los huevos de tortuga se protegen; se penaliza duramente a quien los dañe, porque se corre el riesgo de que se extinga la especie. Entonces yo pregunto: ¿Y nuestros niños qué?...
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