Recordando
a Ed Bradley
El pasado fin de semana se transmitió la repetición del programa con el que 60 Minutos rindió tributo a uno de sus más respetados periodistas, Ed Bradley, quien falleciera en noviembre. Conducido por Mike Wallace, el especial presentó momentos y testimonios, evidencias del profesionalismo de su trabajo periodístico y de su calidad como ser humano.
La remembranza abordó la pobreza que marcó su niñez en Filadelfia y las dificultades que pasó su madre tras divorciarse. Al crecer en una época de segregación, a ?Butch? Bradley lo conmocionó la historia de un muchacho de su misma edad, Emmet Till, asesinado por silbarle a una mujer blanca. Cuatro décadas más tarde, el reconocido periodista realizó un reportaje sobre este episodio, detonante de la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos.
Aunque concluyó la licenciatura en Educación y fue profesor por un tiempo, Bradley descubrió que su vocación era el periodismo y comenzó a trabajar en la cadena CBS. Su objetividad se puso de manifiesto durante los tres años que cubrió Vietnam, al conversar con soldados y civiles, abordar abiertamente los problemas que enfrentaban -como el consumo de drogas- y mostrar el infierno en el que se había convertido la zona. A pesar de haber recibido un disparo, fue uno de los últimos reporteros en dejar Saigón.
Amante del jazz, habría de declarar que para él la música era una bendición. En conciertos, festivales o clubes, los espectáculos se detenían y los intérpretes invitaban a Bradley al escenario para que cantara con ellos 60 Minute Man, a manera de broma y referencia al programa que le permitiría entrevistar ?de manera respetuosa y empática pero a la vez firme- lo mismo a Muhammad Ali que a Timothy McVeigh, Mick Jagger, Michael Jordan o a una viuda del 11 de septiembre que simplemente se negaba a aceptar que su esposo había muerto.
A lo largo de su carrera se hizo merecedor de numerosos premios y reconocimientos, de la admiración del público que semana a semana lo seguía y de los amigos que en él encontraron a un ser humano que se condujo con dignidad, clase y generosidad. Su colega, Andy Rooney, dejó por un momento su cinismo y lanzando una mirada triste a la cámara declaró que no le quedaban suficientes años de vida para reponerse de la pérdida de su amigo. El programa cerró con una emotiva interpretación del jazzista Wynton Marsalis mientras la pantalla se llenó con una imagen que mostraba la sonrisa contagiosa del periodista y el arete que usaba en la oreja izquierda.
En la década de los cincuentas, Gladys Bradley, mujer divorciada con dos empleos que apenas le permitían mantener a su hijo, evitó que éste entrara a una pandilla o enfrentara el destino de otros niños pertenecientes a una minoría cuando lo inscribió en un internado católico. Ahí, una religiosa le dijo a Ed que podría llegar a convertirse en la persona que quisiera. Parece que Bradley creyó siempre en esas palabras.
soozbaez@yahoo.com