Crónica de Viaje / LAS BALLENAS DE BAJA CALIFORNIA
Todos los años, entre diciembre y enero, desde las aguas heladas del mar de Behring, Alaska, llegan a Baja California, México, cientos de ballenas grises.
Tardan dos o tres meses en recorrer los 9,500 kilómetros de distancia, y cuando llegan a las aguas mexicanas juguetean, se aparean, se dejan tocar por los visitantes y permanecen allí hasta marzo y junio, para volver con sus ballenatos hacia las gélidas aguas del norte del hemisferio.
Esas ballenas grises alcanzan los 15 metros de longitud y pesan entre 20 y 40 toneladas cuando crecen, y esta migración anual la hacen desde hace muchos años, sin interrupción y en forma regular.
Las crías o ballenatos, al nacer, pesan entre 750 a mil kilos, y miden hasta cinco metros. Se alimentan de la leche materna, que contiene un 53 por ciento de grasa, y en pocos meses duplican su peso y añaden otro metro a su tamaño.
Las ballenas grises que llegan a Baja California se concentran en algunos lugares preferidos del lado del Océano Pacífico, y algunas ocasionalmente penetran a las bahías del Golfo de California y Mar de Cortés. En la costa del Pacífico se encuentran generalmente en la laguna de Scammon, cuyo nombre lo recibió del ballenero norteamericano Charles M. Scammon, oriundo del Estado de Maine, quien en 1857 descubrió esa zona de cría de ballenas.
Otros lugares a donde llegan esos grandes mamíferos son la Laguna San Ignacio, y bahía Magdalena. La primera está a sólo 40 kilómetros de Guerrero Negro, ciudad situada debajo de la línea que divide los territorios de Baja California, y donde hay una de las salinas más productivas de nuestro país.
Ahora, para llegar a la zona de las ballenas grises, se puede viajar desde La Paz, o también desde Tijuana. Desde aquí, se baja por la carretera transpeninsular número diez que va a Ensenada, San Vicente, El Rosario, Punta Prieta y Guerrero Negro. Después sigue el desierto de Vizcaíno y la carretera abandona la costa del Océano Pacifico para costear por el Mar de Cortés.
Bahía Magdalena como Guerrero Negro son los lugares preferidos por los turistas para ver a las ballenas grises, pues están bien comunicados desde La Paz. Todos estos lugares fueron declarados “Parque Nacional de la Ballena Gris”, en 1960, después que en 1946 hubo una caza tan despiadada de las mismas, que estuvieron a punto de extinción.
En Guerrero Negro recomiendo el hotel La Pinta, así como el restaurante Malarrimo, donde una de las más ricas especialidades que se pueden comer son los tacos de langosta, la ensalada de adulón, y mariscos y pescados a la brasa.
En las pequeñas ciudades de esa zona hay hoteles cómodos para recibir a los turistas que van a ver a las ballenas, lo mismo que una flota numerosa de botes y lancheros expertos que llevan a los turistas hasta cerca de los gigantes pero amigables mamíferos. Muchos de esos grandes cetáceos se dejan tocar, y para los observadores que temen acercarse, hay potentes prismáticos que les permiten ver a las ballenas desde la seguridad de la orilla del mar.
Las mejores horas para observar a las ballenas grises es en la mañana, temprano, o al atardecer. Hay otros atractivos en toda esa región, como el paseo en jeep por las colinas y arenales que cubren la zona. Hay lugares donde abundan rocas, cactus y algunos reptiles. Llama la atención una especie de plantas conocidas como “Cirios”, que son altos, delgados y angulosos árboles con unas diminutas flores amarillas. Muchos dicen que son iguales a la mítica especie descrita por Lewis Carrol en su novela La Caza del Snark.
Otro atractivo, la recolección de almejas que es abundante en esa región, así como la presencia de delfines y una amplia variedad de peces y mariscos.
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FOTOS 1.
Una ballena gris, contemplada por turistas desde muy cerca.
FOTO 2.
Impresionante, el momento en que una ballena emerge de las aguas.
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FOTO 3.
Mapa de la Península de Baja California, México, con los sitios donde se puede observar a las ballenas grises.