1.- Momento bíblico en que Jesús encuentra a los hermanos Pedro y Andrés, echando sus redes al Mar de Galilea. — 2.– Viejas ruinas en Cafarnaúm, que recuerdan lo que se describe en la Biblia y las Sagradas Escrituras. — 3.– Tiberiades ciudad que parece haberse quedado en los tiempos remotos, aunque con su zona moderna.
(Recuerdos de un lejano viaje a Tierra Santa).- Para recorrer los caminos bíblicos donde estuvo Jesucristo, y revivir su época, nada como ir a Tiberiades, en Galilea.
De su variada población, se dice que hay cincuenta mil residentes que son judíos sefarditas, que mantienen sus viejos bazares, sus costumbres, sus trajes y su lenguaje de hace siglos.
Tiberiades es una ciudad que parece haberse quedado en el tiempo, y todo allí recuerda lo que se lee en la Biblia y en las Sagradas Escrituras, aunque también hay una sección de cafés al aire libre, discotecas, y todo lo que significa la modernidad de esta época. Pero las calles, los edificios, la gente, los pregones, hacen que la imaginación se encienda y se sitúe uno en aquella época en que, según la Biblia, todo aquel territorio fue Tierra Santa con la aparición de El Salvador.
En el viejo mercado se encuentra abundancia de pescado fresco, vegetales, frutas frescas y cristalizadas, pan, vino, y una gran variedad de quesos. Cerca está Cafarnaúm, adonde se puede llegar en barco a través del Mar de Galilea, sobre cuyas aguas se dice que caminó Jesús, y donde se encuentran colinas áridas que contrastan con bellos y verdes valles, y zonas boscosas de gran belleza.
Allí también, en el Mar de Galilea, se dice que Jesús caminaba por la playa cuando encontró a los hermanos Simón, llamado Pedro, y a Andrés, que echaban sus redes al agua porque eran pescadores, y les dijo: “Seguidme, y os haré pescadores de hombres”. Y los dos hermanos así lo hicieron.
Destacan en toda esa región las palmeras cargadas de dátiles, y las tiendas de lona que sirven de casa a varias familias. Cerca está el desierto, adonde se puede ir en excursiones a lomo de camello, y disfrutar de algunos oasis con pozos de agua fresca. Estos abrevaderos naturales en la tierra árida servían tanto a los peregrinos como a sus cabalgaduras.
Si les toca la suerte de estar en la temporada de vientos, podrán disfrutar de la impresionante escena de cómo las aguas del mar se agitan y encrespan, y cómo de las colinas cercanas se desprenden grandes sábanas de fina arena que lo cubren todo. Y se oye a veces silbar al viento, y muchos dicen que son plegarias y canciones, y otros que son lamentos.
En esas mismas aguas del Mar de Galilea, se recuerda cómo los discípulos de Jesucristo lo despertaron atemorizados ante la amenaza de un naufragio, y Él se levantó y habló a los vientos y a las olas encrespadas, e hizo que la furia de los elementos se calmara.
No puede dejar de visitarse el Monte Tabor, mejor conocido como el Monte de la Transfiguración, desde el que se admira un imponente paisaje. En la cima de la montaña está una iglesia franciscana construida sobre las ruinas de una basílica del Siglo IV.
Allá arriba, después de llegar por un camino de curvas y precipicios, se siente una dulzura y una paz infinitas, quizá porque se recuerda que todos son lugares santos, donde Jesucristo anduvo en peregrinación por la salvación de los hombres.
En los tiempos de Jesús, como hoy, las colinas en torno al lago siguen sembradas de palmeras, olivos, dátiles y viñedos.
Cafarnaúm, en Primavera, es un sitio pastoral y poético, y fue allí donde Jesucristo se refugió después de haber sido rechazado en Nazareth. Fue también el hogar de los apóstoles Pedro y Andrés, y hay restos de una antigua sinagoga construida en el mismo lugar donde hubo una en los tiempos de Cristo, y reconstruida en 1921.
Pero lo mejor es subir al Monte de las Bienaventuranzas, al noroeste de la ciudad, donde está el jardín que recuerda el sermón con que Jesús educó a sus discípulos. En todo este recorrido se recoge paz, tranquilidad de espíritu, y un amor más humilde e infinito que se siente por los demás.