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CRÓNICA DE VIAJE

POR RICARDO RUBÍN

ESTAMBUL, UNA CIUDAD FASCINANTE

Después de una grata estancia en Kudasi y las ruinas de Efeso hay que abordar el crucero que nos lleva por las islas griegas para dirigirnos a Estambul. Se navega a través del Mar Egeo y las mil islillas que hay, entre ellas la de Lesbos, se cruzan los Dardanelos, y se llega al Mar de Mármara.

Estambul es una ciudad única y extraordinaria. Fue consecutivamente capital de los imperios cristiano e islámico, y conserva rasgos de ambos. Antes fue conocida como Bizancio, y después como Constantinopla.

Es una ciudad que divide Asia de Europa. Ubicada sobre el estrecho del Bósforo, separa también al Mar Negro del Mar de Mármara, y es conocida como el Cuerno de Oro, y comunica a ambos continentes por dos puentes principales. A la parte vieja de la ciudad no es recomendable ir solo, y en la moderna hay edificios, hoteles y restaurantes muy occidentales.

El llamado Cuerno de Oro es quizá el área de mayor atractivo y movimiento en Estambul, y se ha desarrollado como un puerto natural con la característica única de que no tiene mareas ni corrientes. Se llama así por su forma de media luna, por las ricas tierras que lo rodean y su abundancia pesquera. Hubo un tiempo en que ambas orillas estaban unidas por diez puentes, pero ahora sólo hay dos, de construcción moderna y de gran movimiento.

Estambul es una ciudad que ofrece interesantes y diversos atractivos, como su hipódromo, que en los viejos tiempos fue pista de carreras de carros del imperio bizantino. Hay varias mezquitas históricas, principalmente la del Sultán Amet, desde la que numerosos grupos de fieles inician su peregrinaje anual a La Meca.

Sorprende y deslumbra el Palacio de Topkapi, que fuera residencia de los sultanes otomanos, y que contiene tesoros incalculables en joyas, muebles, vestuario. Toda la magnificencia, el lujo y el oropel en que vivían aquellos personajes reales está allí. Tiene patios y jardines inmensos y diversas salas, entre ellas la del harén, de 400 habitaciones con pasillos y pasadizos que comunican a unas con otras. En el harén se alojaba la madre del Sultán, hermanas e hijas, así como las ?cariyes? o concubinas, y los eunucos negros que hacían el papel de vigilantes, servidores y administradores.

En los diversos cuartos del palacio se exhiben ricos vestuarios, tapices y alfombras con dibujos maravillosos, esculturas, porcelanas chinas y japonesas, muebles suntuosos, joyería muy fina entre la que llama la atención en forma especial el séptimo diamante más grande del mundo llamado Diamante del Cucharero por su forma. Pesa 86 quilates y está rodeado en doble fila por 49 brillantes engarzados en oro. Se exhibe en un escaparate especial y se sabe que lo tuvo durante varios años la madre de Napoleón, hasta que se lo compró un emperador turco.

En Estambul hay que visitar el exótico y monumental Gran Bazar, considerado el mercado cubierto más antiguo y grande del mundo. Se extiende en un laberinto de 60 calles, todas cubiertas con cúpulas bellamente decoradas y tiene más de cuatro mil tiendas. Allí se puede comprar lo que se quiera, pero predomina la venta de tapices, alfombras, telas preciosas, antigüedades, armas, joyería, artículos de cuero y bronce. Hay también pequeños cafés para tomar un descanso mientras se camina por sus pasillos interminables que van y vienen. Es un edificio muy lujoso y limpio.

Turquía ofrece otros atractivos. Su capital, Ankara, el vecino país del Líbano, y el Monte Ararat, donde se dice que está sepultada el Arca de Noé.

Estambul es una ciudad que cautiva y al mismo tiempo aturde y confunde. Sus calles son un movimiento constante y tumultuoso de vehículos de toda clase y gente pintoresca. Comerciantes con carros de mano, cargadores que llevan bultos y cajas, vendedores ambulantes y en las banquetas, mendigos, limpiabotas y la gente que habla a veces a gritos, que regatea, que camina rápido y atropella, la venta de comida en puestos improvisados.

Dignos de visitarse, el Museo de las Artes Turco e Islámico, la Mezquita de Sultanahmet, el Museo de Santa Sofía, la Mezquita de Solimán el Magnífico, la Columna de Constantino. Y también, dignas de verse y admirarse, sus bellas bailarinas de cuerpos exquisitos que bailan en forma ondulante y semi erótica.

En Estambul abundan los bazares, las tabernas, las tiendas de té, los pequeños cafés, los figones con comida barata. Los hombres predominan en las calles. Las mujeres caminan con rapidez, cubriéndose la cabeza y el rostro y dejando al descubierto sólo sus ojos, enigmáticos y negros o aceitunados.

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