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CRÓNICA DE VIAJE

La torre imponente de La Giralda, en Sevilla, uno de los monumentos nacionales de España.

La torre imponente de La Giralda, en Sevilla, uno de los monumentos nacionales de España.

POR RICARDO RUBÍN

SEVILLA, ALMA Y CORAZÓN DE ESPAÑA

Sevilla es la España de los libros y de los recuerdos, de las hermosas rejas de hierro forjado, de los altos y blancos muros que esconden en casas y villas los patios interiores llenos de flores y de fuentes, de aguas frescas y cantarinas.

Sevilla está rodeada de naranjales de los que cuelgan racimos de frutos dorados que aroman el aire del campo, hasta que se caen de maduros, y que sirven para hacer la mejor mermelada del mundo, tan especial para acompañar exquisitos platillos o preparar curacao o vermut.

En muchas calles de la ciudad, las palmeras se alinean con las bancas de azulejos, y un exquisito perfume de geranios y mimosas flota en el aire... Y como atracción especial, el viejo barrio de Santa Cruz, un día corazón de la judería sevillana, tan encantador e irreal como un escenario de ópera.

Un día me aventuré por sus calles angostas y retorcidas y descubrí las ramas de un árbol arregladas como fino encaje sobre una barda. Una preciosidad. Las calles eran un laberinto y sin saber cómo llegué a la plaza que está frente a la iglesia del barrio... El barrio de Santa Cruz es ahora elegante y caro, pero guarda muchos aspectos de aquel viejo barrio de las novelas de Pérez Galdós y de Juan Ramón Jiménez... Un barrio de cafés y bares con mesitas al aire libre, de boutiques y de centros comerciales que atraen al turista, un barrio con rincones que capturan la imaginación y hacen volver al pasado.

Sevilla es una ciudad romántica, como una vieja dama española, soñolienta y tranquila, y sus paredes empiezan a caerse aquí y allá, y la gente es lenta para tomar acción. Pero tiene la imponente torre de la Giralda, su catedral, su Alcázar, su Plaza de Toros de la Maestranza, una de las más bellas de España, y una historia ilustre... En Sevilla, dice la leyenda, vivió Don Juan Tenorio, y Sevilla inspiró óperas tan bellas y famosas como Carmen y El Barbero de Sevilla, entre otras.

Saliendo del barrio de la Santa Cruz llegué al restaurante Coliseo, que tiene una ventana que ocupa toda una pared, y a través de la cual se puede ver el activo movimiento de la calle... Como en muchos de los restaurantes de Sevilla, en la planta baja hay una cantina y una cafetería donde hay servicio rápido de comida en pequeñas mesas cubiertas de vinil. Luego se sube por una escalera circular al comedor, donde las mesas tienen manteles blancos y los meseros dan un servicio eficiente.

Ese día cené lo que en el menú se llamaba “Tronco de merluza tropical”. Resultó ser un platillo muy complicado: filetes de pescado con una mezcla de plátanos y pasas, piña y almendras, o sea más caribeño que español... Después pude notar mucha influencia latinoamericana en la comida de esa parte de España. El empleo del coco, por ejemplo, y del ron y el curacao para dar sabor... El Coliseo es un restaurante con una decoración muy moderna, y la comida que sirven allí me sugirió barcos que navegan, apuestos caballeros espadachines y una era de romanticismo que Andalucía nunca ha perdido.

Hay en Sevilla un platillo que me fascinó: la sopa de ajos. En su forma más simple no es sino una mezcla de ajo, aceite de oliva, pan y agua, o sea un caldo que nutre y tiene el sabor suave pero persuasivo del ajo. Esta sopa, sin embargo, ha evitado que muchas familias mueran de inanición, especialmente en los duros meses de invierno. Hay sopas de ajo enriquecidas con tomate, caldo de pollo y huevos. Hay otra, que me sirvieron en Málaga, que es helada y tiene uvas y melón... La sopa de ajo puede parecer horrible, pero no lo es porque con almendras, caldo de pollo y melón es deliciosa... Málaga es la ciudad española más al sur, y hay allí maravillosas playas por todas partes y retiros montañosos donde soplan frescas brisas. Cuando el día es claro, se pueden ver los picos de África desde la colina llamada Gibralfaro, donde antes hubo una fortaleza mora.

Curiosamente, la estación de ferrocarril de Sevilla, llamada Santa Justa, está en la calle Kansas City. El hotel Capitol, donde me hospedé, cerca de la Plaza Nueva, no es lujoso pero sí cómodo y limpio, y tiene habitaciones de varias categorías y precios. Para ver el movimiento de Sevilla, nada como ir a la amplia y céntrica calle de Menéndez Pelayo, o al Paseo Cristóbal Colón, cerca de donde pasa el río Guadalquivir.

Sevilla hierve en sus dos fiestas principales, la de Semana Santa y la Feria de Abril, que dura una semana al final de dicho mes, y cuando su plaza de toros se convierte en la segunda más importante de España, después de la de Madrid.

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