Las máquinas traga monedas, o traga perras, atraen la atención del mayor número de apostadores.
POR RICARDO RUBÍN
LAS VEGAS, LUCES E ILUSIONES ROTAS
Si tiene usted la oportunidad de ir a Las Vegas, encontrará que los restaurantes anuncian: “Desayunos las 24 horas del día”... Que los casinos jamás cierran, porque los clientes pierden la noción del tiempo... Abundan saunas y clubes sociales “para hombres solos, de gran criterio”... Una iglesia promete una grabación gratis de los momentos más interesantes de su boda.
Se bebe mucha cerveza danesa y mexicana en Las Vegas... Un gin and tonic: 1.75 dólares... En un fino cabaret, una botella de champaña gala: 600 dólares... Un cuarto en mediocre pero limpio hotel: 45 dólares.
Junto a nuestra modestísima apuesta en un casino, un joven de camisa sport y unos dos metros de estatura coloca dos montones de fichas que equivalen a cinco mil dólares. Por dos puntos del blackjack nos pelan... Todas las mañanas, el hotel “Bibian” rifa, con boletos gratis entre los huéspedes, un Cadillac seminuevo.
Hay en Las Vegas un circo de tres pistas, con el techo tan alto como un edificio de diez pisos... Los alambristas, cuatro atletas y tres beldades de cabello azul, realizan escalofriantes acrobacias, cambian compañero de trapecio en el aire, y se lanzan sin redes protectoras, sin que ninguno de los centenares, quizá miles de espectadores, se moleste en verlos... Todas las muchachas en hot pants, y niños que deberían estar en la escuela, se entretienen en las albercas, cuidados por niñeras especializadas... Además, hay blackjack, chemin de fer, ruleta, dados, etc., pero la preferencia es por las maquinitas productoras del sonido “tinquilinguilín”, y las cascadas de dólares de plata que pagan a los afortunados.
Población flotante en Las Vegas: 225 mil... Un maestro mexicano de escuela gana casi 400 dólares semanales en el restaurante de un hotel-casino. ¿Regresar a México? “Ni loco que estuviera”, dice.
En las mesas de Bacará es donde más se juega... Abundan los hombres que invitan tragos gratis, presentan muchachas complacientes y tripulan lujosos automóviles. Explican en diez minutos las grandes ventajas de invertir dinero en comprar tierras en el área, y traen casualmente a la mano los contratos sólo para llenarlos y firmarlos... Hay por lo menos tres escuelas para talladores. Sus mejores estudiantes: ex soldados... Para animar convenciones masculinas, se alquila una organista nudista... Nadie habla aquí de política. Los temas: precios de los abrigos de mink, la Serie Mundial de Beisbol (se hacen fuertes apuestas a favor de los Yanquis y los Mets, los viejos Dodgers y los Bravos de Atlanta), y se habla y habla de la táctica que se usará esta noche para ganar en la ruleta.
En los cuartos de baño para caballeros, en hoteles y restaurantes caros, abundan los folletos con fotos de muchachas de cara linda que ofrecen los servicios “Escort Asociados”. Usted escoge la que le gusta y ella lo recoge en su coche, y lo acompaña a donde usted quiera para hacer lo que a usted se le ocurra. Pero es recomendable fijar el precio primero.
Las Vegas es una ciudad de luces, y brilla más de noche que de día. Todo es lujoso, espectacular y magnífico. Pero los viejos residentes de la ciudad que nació en el desierto, gracias a la visión de algunos conocidos gángsters, recuerdan los buenos años de los 60 y los 70, cuando atraían tanto como los casinos las figuras de Frank Sinatra y sus amigotes Dean Martin, Sammy Davis Jr., y Peter Lawford, Tom Jones, Engelbert Humperdink, Barbra Streisand. Noches sin fin de alegría contagiosa, loca bohemia y la eterna esperanza de los ilusos en convertirse en ricos y salir de la pobreza con un golpe de buena suerte en la mesa de póker.