CRÓNICA DE VIAJE
POR RICARDO RUBÍN
EN CUBA, A RITMO DE SON
Cuando vaya a Cuba y quiera escuchar la auténtica música cubana, nada como ir a los lugares de origen de la misma.
En La Habana, visite la “Casa de la Trova”, en la calle San Lázaro, donde los fines de semana se reúnen los auténticos soneros de la isla antillana, lo mismo que en otros lugares como “El Palacio de la Salsa”, “La Tropical”, “La Zorra y el Cuervo” y “La Casa de la Música”.
Todos son lugares que vibran con la vida nocturna cubana, y donde actúan figuras tan famosas como Omara Portuondo, Pancho Amat, Faustino Oramás, Rubén González y por supuesto, el espíritu inolvidable de Compay Segundo. Todos, ya fallecidos. Todos, viejos soneros que mantienen viva la presencia de figuras legendarias como Benny Moré, Miguelito Valdés, Celia Cruz.
El son nació en el oriente de Cuba a finales del Siglo 19. Floreció en pueblos y villas de la montaña, alimentado con el ron de caña, los gruesos tabacos, e inspirado en la picardía y la belleza de la mujer antillana. Por eso es que, en aquel inolvidable son del grupo de los Matamoros lo explican bien cuando dicen: “Mamá quisiera saber, ¿de dónde son los cantantes...?”. Y ellos mismos responden: “Son de la loma, cantan en el llano...”.
El son es una mezcla de ritmos españoles, africanos y antillanos, no sólo de Cuba, sino de otras islas de la misma latitud. El son cubano adquirió después personalidad propia, y comenzó a manifestarse en las fiestas que los sembradores y cultivadores de tabaco y de caña de azúcar celebraban frente a sus bohíos, y en sus reuniones familiares.
Se dice que los primeros trovadores aparecieron en Santiago de Cuba, donde entonces el calor era agobiante, las calles estrechas, y el desahogo de músicos y compositores eran los buenos tragos de ron, fumar tabaco obscuro para espantar las nubes de mosquitos, y cantar a la mujer amada. En el parque de Santiago, las mujeres daban vueltas en un sentido y los hombres en otro. “Cuando uno veía a una muchacha que le gustaba, se quitaba el sombrero y lo tiraba a su paso. Si ella aceptaba al galán, pisaba un poquito del ala del sombrero, y uno lo recogía feliz de haber sido correspondido”, y esto es cierto porque lo recordaba Francisco Repilado Muñoz, mejor conocido como Compay Segundo.
En Santiago, los músicos se reunían en un restaurante de nombre francés, el “Bonne Qualité”, con mesas de madera, se comía puerco asado con yuca y congrí, se escuchaban grupos musicales y cantantes, y se contrataban para fiestas de diversa índole.
El son cubano tiene grandes ídolos, muchos ya desaparecidos, pero vigentes por su música y su aportación al son tropical, como Sindo Garay, Manuel Corona, Alberto Villalón y Rosendo Ruiz.
Pero el son cubano se toca, se baila y se goza en toda Cuba, no sólo en La Habana y en Santiago. También hay grandes músicos y compositores en Pinar del Río, Cienfuegos, Trinidad, Camaguey, Holguín y muchos lugares más.
El son florece, se canta y se baila no sólo en lugares cerrados. También en la calle, en los zaguanes, en el parque, en el Malecón, donde quiera que haya un grupo de cubanos, la música no tarda en surgir, y vienen las canciones, los recuerdos, la alegría y el baile improvisado.