Hay folclor y cosa chunga en esto del arte. Torreón no es excepción y como en cualquier otro lado, la gente pinta, dibuja y hace diversas monerías que eventualmente expone con fines de promoción, venta, difusión o sencillamente como pretexto para compartir unas chelitas con los amigos.
Hace un par de semanas, justo en jueves, se inauguraron las exposiciones individuales de dos jóvenes artistas: Paulina Lasa (en Santiguo Club Social) y Román Eguía (en la Casa del Cerro). Ambos artistas presentan obras de buena calidad, pero en direcciones bastante opuestas. Me explico. Eguía apuesta por técnicas tradicionales en grabado, dibujo y pintura con algunos ensamblajes y propuestas en arte objeto. Sus obras están emparentadas con artistas como Jan Hendrix y con el trabajo de arquitectos y diseñadores que mezclan elementos de la naturaleza con efectos de la pátina del tiempo. Paulina Lasa, por su parte, explora la problemática de la corrupción a través de medios bien conocidos del arte actual (video, foto, documenta). Su obra emplea la ironía como bisturí para analizar las maneras en las que la ciudadanía sobrevive a los pequeños grandes abusos y descuidos de la autoridad. Su metodología de trabajo y la forma de su discurso cumplen con los patrones actuales del arte, en otras palabras, está perfectamente a la moda.
Eguía y Lasa, aparentemente tan distantes, comparten una base común: el esmero en la presentación. Eguía, con piezas de corte tradicional y Lasa con obras sintonizadas con el tipo de arte globalizado que se ajusta a los paradigmas supremos de los curadores.
Pero insisto, lo más interesante es la manera en la que ambos autores, cada uno en su trinchera, cuida de su trabajo. En ambos casos podríamos hablar de profesionalismo y voluntad de venta (entendida de dos formas, como transacción monetaria y como difusión en los medios). Al moverse estrictamente dentro de los métodos del arte actual Paulina Lasa asegura la venta y difusión de su obra en publicaciones especializadas y ante un segmento del público que gusta de estar al día en cuestiones del arte.
Román Eguía apela al gusto de un público no tan especializado pero que sabe apreciar una obra por su factura, que busca una pieza por su valor estético sin detenerse demasiado en las especulaciones del artista. En ambos casos se ve el típico batallar de un artista joven por dar cauce a sus ideas y al mismo tiempo seducir a sus espectadores. Paulina Lasa y Román Eguía son dos polos por demás interesantes que anuncian un desarrollo posterior, cambios que pueden dar mayor solidez a su trabajo.
Bien por Lorenzo de Lira, director del Museo Casa del Cerro, que abre las puertas de la institución a artistas como Román Eguía. Y mis felicitaciones para la gente de Santiguo Club Social (Elías, Rojas) y al curador José Jiménez Ortiz que se avientan la puntada de abrir un espacio para el arte fuera de lo institucional y que de seguro refrescará la escena local con propuestas como las de Paulina Lasa. Va para todos la invitación para que se descuelguen, por la tarde, a la exposición “Altar” de Román Eguía en Casa del Cerro y al caer la noche darse una vuelta por “voy a cambiar el mundo” de Paulina Lasa, en el infalible Santiguo Club Social (Degollado 256 atrás de ICOCULT Laguna).
PARPADEO FINAL
Esta columna empezó siendo de crítica de arte pero al poco rato me dio comezón el asunto. Digo, haciendo una comparación deportiva, prefiero ser futbolista que ser árbitro. Pero bueno, al final uno tiene que abrir la bocota para opinar aunque la última palabra la tiene el espectador, es decir, tú, si te animas a asistir a las exposiciones que arriba recomiendo. Va pues, ponte la pila, que la cultura no duele.