Tal es la filosofía que ha permitido a mi abuelo Guillermo llegar a los ochenta años en un excepcional estado de salud. Claro que el mezcal como medicamento tiene desventajas y alguna vez en pleno tratamiento lanzó la dentadura postiza por el segundo piso de su casa. Pero vamos, en la alegría del mezcal todo puede pasar. Y aplicando esta filosofía este fin de año me la he pasado con un vasito de whiskey en la mano (a falta de mezcalito), sorbiendo constante pero poquitero para no perder el juicio. Y es que hurgando en los arcones familiares, -suena como a baúles de madera, pero no, lamento decir que son polvosas cajas de huevo donde se guardan las memorias de los Cansecos-, di con una botellita de tiempos de Miguel de la Madrid que seguramente fue guardada para una ocasión especial de la cual ya nadie se acuerda. Viendo ese whiskito sólo pues díjeme “vénganos a tu reino” y salud, a brindar, a leer y ver películas para reponer pilas. Y es que este negocio que escogí, el mundo del arte, no es tan glamoroso como imaginaba. En mis fantasías adolescentes las artes eran sinónimo de cócteles, aplausos y sofisticación. Y si, ahora que trabajo en ICOCULT laguna veo que hay que armar muchos cócteles pero también se deben estructurar programas donde se dé a conocer lo mejor de la producción artística (en poesía, artes visuales, teatro, etc...) y que, para hacer posible esto uno se debe poner unas reverendas friegas. Por mi parte me encargo del área de artes gráficas. Y es que tanto mienta uno la palabra “arte”, tan fina y galana ella, que poco a poco se despoja de su aura de santidad y se transforma en lo que es: un trabajo, un diario batallar, una vocación. Para que el “arte” sea posible deben existir gentes que activen espacios, que consigan fondos, que inviertan tiempo extra, gente, en fin, que viva enamorada de su trabajo. Con gente así me toca trabajar. En ese sentido soy afortunado y veo también que Torreón corre con suerte. Debemos aceptar que nuestra ciudad, joven como es, está muy lejos de las décadas, por no decir siglos, de vida cultural de otras ciudades o regiones del país. Tenemos mucho por aprender. Pero en un mundo repleto de puentes de información las distancias se acortan y las tareas se simplifican. Veo cómo, calladamente, sin ser un movimiento espectacular, crece la cultura lagunera gracias a personas que quieren trabajar, que ven en el “arte” no una corbatita de lujo o un moño que presumir y si una tarea que puede cambiar los criterios y juicios de una población, haciéndola crecer para bien. Y es que la belleza y la armonía no se deben confundir con lo “bonito”. No es perderse en le repetición de los criterios estéticos más pueriles y decorativos. Se trata de entender al ser humano que se manifiesta como un claroscuro en poemas, piezas teatrales, novelas o pinturas. Los artistas recorren los jardines y las cañerías del espíritu y son un espejo del individuo y su sociedad. Aunque muchas veces, claro, se trata del arte por el arte, del puro gozo y ahí también hay trascendencia en tanto que se hable de un ejercicio de la inteligencia. El arte es labor ruda, hoy lo sé. Pero así como sobran las friegas siempre existen satisfacciones. En la víspera de un nuevo año brindo por aquéllos que en el 2007 hicieron una diferencia y que, con toda certeza harán del 2008 un año bueno para las artes en Torreón. Salud pues, compañeros del ICOCULT, amigos Chanates, gente de Camerata, del Isauro, de Casa del Cerro, artistas independientes, La Casa del árbol, Alianza Francesa, Jorge y el colectivo lado B, la banda de Santiguo, los Máscaras, Guayito Mitterand, los compadres de los cafés culturales, raza de cine, compañeros poetas (Marco, Carlitos), Paty como Juana de Arco en Gómez, Román y la Casita, Pepe Valdez, raza mística en general. Que sabroso conocer a tantos y saber que juntos, cuando queremos, hacemos un buen frente cuando de artistear se trata. Salusita pues y el más grande de mis abrazos para todos.
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