No hay cosa más fácil de chiflar que la bella y pegajosa Sinfonía Cuarenta de Mozart. No se necesita ser músico para recordarla, ya que uno la ha escuchado. La belleza genuina suele manifestarse así, en una forma sencilla. Tomemos como ejemplo algunos objetos: la rueda, el vaso, la silla, la aguja y el hilo, frutos de la inteligencia humana banales por cotidianos pero que son esenciales y milenarios, objetos que, en su simpleza nos hacen pensar, como la Sinfonía 40, ?se me pudo ocurrir a mí? (anda iluso).
Ya lo dijo Guillermo de Occam: ?En igualdad de condiciones la solución más sencilla es probablemente la correcta?. Pero llegar a esa síntesis es propio de mentes sensibles y privilegiadas. En este rubro incluyo a Mohammed Yunus, Premio Nóbel de la Paz 2006, un hombre que considera que realmente se debe acabar con la pobreza. Y dirán, eso lo considera hasta mi abuela. He ahí el chiste de la aportación de Yunus, fundador del Banco Grameen, pionero de los microcréditos.
La cuestión funciona así: Normalmente, para obtener un préstamo del banco, uno deja como aval la casa, el auto o los calzones, sometiéndose a condiciones ventajosas para la institución. Yunus y el Banco Graneen, por su parte, trabajan para gentes humildes que no calificarían para un crédito en un banco tradicional. Así pues, prestan pequeñas cantidades que, en un contexto de extrema pobreza resultan vitales para su sobrevivencia y desarrollo.
Pero aquí la pregunta elemental, ¿cómo prestar lana a quién no tiene y hacer que te la devuelva? La solución de Grameen es sencillísima: presta a grupos de cinco individuos sin mayores requisitos, pero el grupo entero pierde la posibilidad de crédito si algún miembro no puede pagar. De esta manera el grupo actúa de forma responsable y pone a circular el dinero en micro comercios. Y el toque de genialidad se completa con el hecho de que Grameen presta casi exclusivamente a mujeres, digo, sabemos que en situaciones de pobreza, las mujeres tienen el reto de mantener a sus hijos y exprimir cada centavo que llega a sus manos. Los malabares y ajustes que hacen para llevar comida a su mesa son prueba viviente de ingenio y capacidad administrativa (todo esto mientras el marido anda borracho o trabajando o en la luna). En este contexto los microcréditos son una herramienta real para combatir la pobreza.
Yunus subraya lo que todos sabemos: la pobreza es una amenaza para la paz y una negación de los derechos humanos, una situación que nadie merece ni desea y que creemos imposible de abatir sólo porque siempre ha estado entre nosotros. Cambia tu estado mental, dice Yunus y cambiarás al mundo. Lo fantástico de la idea de Yunus radica en la implementación de un sistema que funciona, donde palabras como ?esperanza? y ?vida? tienen un asidero real en este mundo de transferencias y comercio. Sus microcréditos pronto se convierten en financiamientos para proyectos de riego, textiles, pesca, etc. No es un escape, ni una ruptura, ni una revuelta, es el uso de los mecanismos que crean la pobreza en un sentido positivo, esta vez a favor de los desposeídos. Terminar con la pobreza ya no es asunto de idealistas, sino de economistas, ya no está en el reino de los cielos sino aquí, en la tierra y con herramientas humanas en una idea sencillita y humilde, al alcance de todos. Genial. Tan luminosa y útil idea, bien vale un premio Nóbel.
PARPADEO FINAL
Todo sea por el arte. Pasé la noche en vela terminando un trabajo para un famoso pintor capitalino. De ahí tomé una camioneta y viaje al Defe amarrado entre cajas y cuadros. Después de dos días sin dormir empecé a alucinar barato. Un amigo abrió una coca y confundí el chasquido con un estornudo y le dije ?salud? al refresco. Ya ando mal, no soy el de antes. Sea pues, saludos y hasta la siguiente.
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