Me encanta Noruega. Nunca he ido pero todo señala que los Noruegos se la saben rifar. Mi primera noción de esas tierras vino con la obra del gran Edvard Munch, un cuate que tuvo una vida de rotundo azote, con legendarias broncas con mujeres que lo hacían pasar bilis (como Tulla Larsen, que se lo agarró a balazos).
El maestro Munch vivía enredado en pasiones de rompe y rasga que lo pusieron al borde de la locura. Vivencias extremas que le permitieron ver los abismos de la psique humana, experiencias que condensó en pinturas y grabados de corte expresionista, marcadas por trazos de excepcional calidad y hondura. Bendita angustia de Munch, que regaló al mundo imágenes inolvidables llenas de humanidad y que al mismo tiempo rayan con la pesadilla. Su obra paradigmática, por supuesto, es ?el grito? una estampa que ya pertenece a la cultura popular. Los que como yo, son fanáticos de Munch, aceptarán que su obra es pozo sin fondo y sombra que se renueva, deslumbra y sigue latente. Para quienes no tengan el gusto, pues adelante, a iniciarse en el arte Nórdico de la mano del maestro.
A propósito, al parecer los noruegos gozan de paz y seguridad, al punto de NO poner vigilancia en sus museos, lo cual provocó que unos cacos se volaran sus obras emblemáticas llevándoselas bajo el brazo como Juan por su casa (los cuadros no estaban ni siquiera asegurados). En fin, Creo que el Grito ya lo devolvieron, pero gravemente dañado por la humedad. Ah qué Noruega, tan de buena fe. Esa tranquilidad se desprende del buen funcionamiento de las leyes, cosa que ilustro con un ejemplo: hace un año, los dueños del club de Table Dance ?Diamond A Go Go? consideraron que los impuestos que les cobraban eran excesivos y decidieron ampararse, presentando las actividades de las strippers como arte escénico, donde se mezcla danza con actuación y acrobacia. El Estado noruego, siempre justo, consideró válida la moción y declaró al table como arte y por tanto, una actividad exenta de impuestos. Así pues, el ?Diamond A Go Go? pasó a ser un recinto cultural con todas las de la ley. Craig Ferguson señaló con tino que tal iniciativa valida a los hombres como legítimos críticos de arte. Luego entonces, el tubo (y la chica que danza alrededor de él) son expresiones de la alta cultura (eh, alguien que le avise al CONACULTA a ver si se puede aplicar ese rollo por aquí). Así son las tendencias en el primer mundo. Por enésima vez se comprueba que la palabra ARTE es un portal generoso donde caben las acuarelitas chafas de una calle de San Miguel de Allende, las pinturas del gran Edvard Munch, la Capilla Sixtina, las obras de Bob Ross, la música de Di Blasio y Mozart y maravillosamente ?al menos en Noruega- las chavas del table. Todo cabe en el arte, sabiéndolo acomodar. Siendo el ?arte? un término tan polivalente y caprichoso, es menester recordar la máxima de Gombrich: ?No hay arte, hay artistas?. Y aquí se coronan con el mismo laurel Edvard Munch, Miguel Ángel, Orozco y un largo etcétera, donde, por qué no, puede figurar alguna mujer experta en las viejas artes del franciscano desprendimiento de las ropas. ¡Qué nadie diga que en Noruega hace frío! ¡Tubo! ¡Tubo!
PARPADEO FINAL
Ah, pero bien señala mi compadre, hay de strippers a strippers. Yo complemento: hay de pintores a pintores, de escritores a escritores y no todos son artistas. Ya lo dijo Efraín Huerta: ?no por mucho publicar te consagras más temprano?. Así que al tiro pues, nos leemos la próxima semana.
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