El espectro del cine
El miedo se origina en la mente y ataca el cuerpo con efectos bien conocidos: aumenta la presión arterial, el corazón retumba y en el peor de los casos uno pierde control de sí mismo y dan ganas de pedir pañales para adulto. Hace algunos años tuve un susto de ese calibre. Esto fue en un cine en remodelación, en el DF, un venerable inmueble que con el tiempo se devaluó hasta llegar a ser sala porno.
Su renacimiento vino con unos amigos que lo convirtieron en centro cultural. Fuí comisionado para pintar unos murales como parte de la remodelación y pasé una temporada que hoy recuerdo con nostalgia.. Todo era sugestión en aquel espacio inmenso que era una trampa para los sonidos de la calle, que mal interpretados podían ser ominosos. Y ahí andaba, primero amedrentado y después acostumbrado a las emboscadas de mi imaginación. Por supuesto que se rumoraba la presencia de un fantasma y la mayoría respaldaba este rumor. Yo era del grupo escéptico y burlón. Pero una tarde de domingo, en la antigua sala a obscuras vi claramente como una figura hecha de luz se desplazaba en las inmediaciones de la pantalla y el telón. Hasta ahí solo fue un escalofrío. Un par de horas después observé algo que se me quedó grabado para siempre: primero se manifestó un bulto luminoso, a unos dos metros del suelo. El bulto empezó a desplazarse y tomar forma lentamente… era la forma invertida de un perro. Corrí despavorido. Un poco más tarde llegó el toro, buen amigo de aquellos días. Aún en estado de shock le platiqué lo que había visto. El toro, elegante como siempre (hoy es agente aduanal), intuyó las herramientas y el método para resolver el misterio: sólo borrachos podíamos entrar a la sala y averiguar que pasaba. No perdió tiempo y fue por un tequila. Bendito método científico, en poco tiempo ya andábamos lo suficientemente briagos como para sentirnos cazafantasmas. Con el valor que sólo da el agave, entramos a la sala para observar el fenómeno paranormal. Y sí, volvió a aparecer la figura luminosa. Esta vez la vimos con más claridad: era una señora con una bolsa de mandado, de cabeza. “Adió”, dijimos con etílica incredulidad. A esa figura siguió la de un auto. Seguían saliendo figuras. Buscando llegamos hasta el proyector de cine y descubrimos un pequeño hoyo en la pared. El asunto se resolvió: la luz de la calle entraba por aquel pequeño hueco y se filtraba por los lentes del proyector, que los manifestaba en la sala de cabeza, por efecto de refracción. El fantasma del cine, era, entonces, cualquier cristiano, perro, señora o auto que pasara cuando la tarde caía y la luz era favorable para este curioso efecto. Después comunicamos el descubrimiento al resto de los colaboradores. Más de uno, molesto, entre broma y broma nos tachó de aguafiestas. Y es que la gente de verdad quería un fantasma. He visto cosas que no puedo explicar pero esta anécdota me deja claro que ante el gris de lo cotidiano es preferible el aura de los espectros. Me parece entonces, que los vivos necesitamos a los fantasmas. Supongo que las ánimas estarán conscientes de ello y vanidosas, se dejan ver muy poco, sólo lo necesario para mantener el interés de los crédulos y asustadizos mortales. Sólo los cazafantasmas que se dedican a afirmar la existencia de estas entidades podrán tener éxito. Los escépticos etílicos estamos destinados al fracaso. Al menos constaté que no hay nada como un buen tequilita pal susto.
PARPADEO FINAL
Hijo de Torero y diva italiana. Acunado por Pablo Picasso, santificado por Andy Warhol . Así es Miguel Bosé, producto de un linaje hedonista, una herencia que manifiesta a cada momento. Grandísimo concierto del divo, donde todas (y todos) se desmecataron de lo lindo. Felices los que ahí estuvimos. Laura, mil gracias por la invitación. Salud por Bosé y el Papitour. (Que será que será que será esaa voooz…). A loquear, ni modo…
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