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Cuando el destino nos alcance

Salvador Kalifa

No pareciera esta época, donde reina la euforia financiera, con alzas espectaculares de los indicadores bursátiles y el fortalecimiento del peso, y donde existen grandes expectativas sobre la habilidad y capacidad del Presidente Felipe Calderón y su gabinete para explicar y convencer sobre la bondad de sus reformas económicas al Congreso, el mejor momento para insistir sobre las fragilidades de nuestra economía.

Me parece crucial, no obstante, que en medio de tanto entusiasmo tengamos una visión más equilibrada de nuestra situación y, en particular, de los importantes peligros que se vislumbran en el horizonte, muchos de ellos vinculados a nuestra enorme dependencia y mal uso que hemos hecho de la riqueza petrolera.

En diversos foros y espacios he señalado que, por décadas y en diversas medidas, los gobiernos mexicanos han permitido que México sea una víctima de la “enfermedad holandesa”, así como que la administración de Vicente Fox sólo sirviera para exacerbar ese problema. Dicho fenómeno toma su nombre de la experiencia de Holanda en la década de los años 60, cuando descubrió grandes yacimientos de gas natural y no previó los daños que la apreciación de su moneda por las crecientes exportaciones del energético le causaron a la competitividad de su aparato productivo.

Esta experiencia fue muy estudiada en la literatura económica, y sirvió para que otras naciones con ingresos extraordinarios relacionados con un recurso no renovable tomaran precauciones al respecto. Chile, con las exportaciones de cobre, y Noruega con las de petróleo, son las naciones que mejor han hecho frente a la bonanza de este tipo de ingresos. Ambas crearon desde hace años fondos de estabilización, donde depositan los ingresos excedentes y evitan así que contaminen el sano funcionamiento de sus economías.

El caso de Noruega merece un comentario especial, ya que a la fecha su fondo de estabilización cuenta con más de 300 mil millones de dólares, en un país con menos de cinco millones de habitantes; lo que contrasta con los cuatro mil millones de dólares del fondo mexicano, con una población que rebasa los 100 millones de personas.

La explicación de esa gran diferencia es muy simple. Los distintos gobiernos en nuestro país, pero en particular el de Fox, no pudieron resistir la tentación de gastar esos ingresos extraordinarios, con lo que no sólo mermaron la competitividad de nuestro aparato industrial y descuidaron el fortalecimiento de nuestro fondo de estabilización para la época de las “vacas flacas”, sino que además contribuyeron a que se perdiera el sentido de urgencia que tiene la aprobación de una reforma tributaria que acabe con la enorme dependencia que el gasto público tiene del petróleo.

Ahora existe el peligro de que el destino nos cobre pronto la factura por la negligencia y los errores de nuestros gobernantes. Diversos estudios han llamado la atención sobre el proceso de declinación de Cantarell, y ninguno es alentador, por lo menos para el mediano plazo, en mucho debido a la necia y obcecada resistencia de nuestra clase política a permitir la inversión privada en la producción de petróleo.

La Administración de Información de Energía de Estados Unidos, en su informe de 2007, prevé que la producción mexicana de petróleo caerá de los 3.2 millones de barriles diarios (mbd) que se producen en la actualidad a 3 mbd para 2012, debido en gran parte a que el yacimiento de Cantarell está siendo reemplazado sólo parcialmente por nuevos desarrollos, y considera que pasará “un período considerable de tiempo entre los descubrimientos y el momento en que Pemex tenga la tecnología necesaria para desarrollar los yacimientos”.

Por su parte, el Director del Departamento de Petróleo, Gas, Minería y Productos Químicos del Banco Mundial, Rashad Kaldany, señaló en una nota del 12 de diciembre del año pasado, que la producción e ingresos de Pemex pueden ser insostenibles en el futuro si no se logra contrarrestar la declinación de Cantarell, pudiendo la producción caer a alrededor de 2.5 a 2.8 mbd tan pronto como 2010.

Cualquiera de estas previsiones, de resultar cierta, puede crear bastantes problemas económicos a nuestro país durante la administración de Calderón, en particular para las finanzas públicas, las cuentas externas y la solvencia financiera de Pemex, porque los ingresos por exportaciones de crudo pudieran caer, en el peor de los escenarios, hasta en un 50 por ciento de sus niveles presentes, suponiendo que el precio del hidrocarburo permanece alrededor de las cotizaciones actuales. Los problemas serían todavía más apremiantes si para entonces dichos precios son menores.

Pemex, en contraste, es menos pesimista y espera reponer parte de la declinación de Cantarell con la producción de alrededor de 800 mil barriles diarios en el yacimiento de Ku-Maloob-Zaap para fines del año próximo. Esto no debe ser, sin embargo, motivo de complacencia por parte de nuestras autoridades, y menos del Congreso, porque existe la posibilidad de que las expectativas de Pemex pequen de optimistas.

En este contexto, la tan esperada discusión de la reforma tributaria cobra una dimensión especial, ya que pudiera ser la última oportunidad de mejorar de veras el perfil de los ingresos públicos antes de que el destino nos alcance. Lamentablemente, si se materializa alguna de las previsiones pesimistas, ni la mejor de las reformas nos libraría de pagar el precio de las irresponsabilidades de gobiernos y legislaturas pasadas, ya que una caída en las exportaciones de crudo por una disminución importante en nuestra capacidad de producción, difícilmente podría ser compensada por una reforma tributaria, por óptima que sea, ya que necesita tiempo para que se vean sus efectos positivos duraderos sobre las finanzas del gobierno.

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